¿Un jefe humano o uno de inteligencia artificial? La sorprendente inclinación hacia los ‘bots’ en el entorno laboral
Durante mucho tiempo, el temor a ser reemplazados por robots ocupó un lugar central en nuestras preocupaciones laborales. Pero hoy, la conversación ha dado un giro inesperado. Ya no se trata solo de si la inteligencia artificial nos quitará el trabajo, sino de si debería dirigirnos. Cada vez más empleados no solo aceptan la idea de trabajar con algoritmos, sino que afirman preferir un jefe “bot” antes que uno humano. Confieso que este fenómeno me genera una mezcla de fascinación y desconcierto. Según recientes estudios, una parte significativa de los trabajadores considera que los sistemas de IA son más justos, transparentes y coherentes en sus evaluaciones y decisiones. ¿La razón? Los algoritmos no tienen mal humor, no hacen favoritismos ni dejan que factores subjetivos influyan en sus decisiones. Es una visión que empieza a calar hondo en entornos donde la meritocracia y la justicia en los procesos de promoción y evaluación son valores cada vez más demandados. Y no es solo una percepción. Empresas como IBM o Microsoft ya utilizan IA para evaluar el rendimiento, gestionar el talento y definir trayectorias profesionales. Según estudios de McKinsey y Gartner, la IA puede aumentar la equidad en las decisiones internas hasta un 25%, especialmente en lo relativo a promociones y asignación de tareas.
ACTUALIDAD MERCADOS
MARCOS RAMOS
4/9/20252 min read


Durante mucho tiempo, el temor a ser reemplazados por robots ocupó un lugar central en nuestras preocupaciones laborales. Pero hoy, la conversación ha dado un giro inesperado. Ya no se trata solo de si la inteligencia artificial nos quitará el trabajo, sino de si debería dirigirnos. Cada vez más empleados no solo aceptan la idea de trabajar con algoritmos, sino que afirman preferir un jefe “bot” antes que uno humano. Confieso que este fenómeno me genera una mezcla de fascinación y desconcierto. Según recientes estudios, una parte significativa de los trabajadores considera que los sistemas de IA son más justos, transparentes y coherentes en sus evaluaciones y decisiones. ¿La razón? Los algoritmos no tienen mal humor, no hacen favoritismos ni dejan que factores subjetivos influyan en sus decisiones. Es una visión que empieza a calar hondo en entornos donde la meritocracia y la justicia en los procesos de promoción y evaluación son valores cada vez más demandados. Y no es solo una percepción. Empresas como IBM o Microsoft ya utilizan IA para evaluar el rendimiento, gestionar el talento y definir trayectorias profesionales. Según estudios de McKinsey y Gartner, la IA puede aumentar la equidad en las decisiones internas hasta un 25%, especialmente en lo relativo a promociones y asignación de tareas.
De hecho, IBM reportó una reducción del 30% en sesgos de género gracias al uso de algoritmos en sus procesos de evaluación. Sin embargo, este nuevo paradigma no está exento de riesgos ni contradicciones. Aunque los empleados valoran la objetividad y la transparencia de la IA, también muestran rechazo cuando esta se presenta con atributos o formas humanas. La confianza se fortalece cuando el sistema actúa como una herramienta imparcial basada en datos, no cuando intenta imitar emociones o gestos humanos. Humanizar demasiado a los bots genera incomodidad, porque diluye precisamente lo que los hace fiables: su distancia emocional. Desde una perspectiva ética y social, este fenómeno plantea preguntas profundas. ¿Estamos dispuestos a entregar la gestión de personas a entidades que no comprenden emociones, contexto ni matices humanos? ¿Qué ocurre cuando se cometen errores, o cuando una decisión algorítmica, por más objetiva que parezca, afecta negativamente la carrera de alguien? El riesgo de despersonalización es real, y debe abordarse con sensibilidad. Por otro lado, la creciente presencia de IA en los procesos de liderazgo revela un malestar latente en la gestión tradicional. Muchos empleados asocian a los jefes humanos con arbitrariedades, decisiones opacas y estilos autoritarios. En ese vacío de confianza, la IA aparece como un refugio de lógica y previsibilidad. Pero no deberíamos olvidar que, en última instancia, todo algoritmo es diseñado por humanos, con sus propios sesgos y limitaciones.
La objetividad absoluta es un ideal, no una realidad tangible. En un mundo laboral cada vez más automatizado, el equilibrio entre eficiencia y humanidad se vuelve clave. La IA puede ser una aliada poderosa en la toma de decisiones, pero no debe sustituir por completo la empatía, la intuición y el liderazgo humano. Porque si bien el algoritmo no discrimina ni improvisa, tampoco inspira, motiva ni acompaña en momentos de crisis. Así que, si me preguntan, ¿prefiero un jefe de IA o uno humano? Mi respuesta es: depende. Depende del contexto, del tipo de trabajo, de los valores de la organización y, sobre todo, de la calidad de los líderes humanos disponibles. Porque si algo nos está diciendo esta tendencia es que el problema no es la IA... sino los jefes.
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