Un giro histórico: los aranceles de Trump y el ocaso de la globalización
Ayer asistimos a un movimiento que no dudo en calificar como un golpe geopolítico en toda regla. Donald Trump, con el ímpetu que lo caracteriza, ha decidido reconfigurar —de manera abrupta y unilateral— el tablero económico internacional. Lo que parecía una advertencia retórica se ha materializado en una medida contundente: aranceles generalizados que no distinguen entre aliados y rivales. Un giro drástico, cargado de implicaciones económicas, diplomáticas y, por supuesto, simbólicas. Desde la primera hora de la mañana, he estado siguiendo reacciones, analizando consecuencias, consultando voces autorizadas. El consenso es claro: esto no es solo una medida proteccionista más, sino un intento deliberado de redefinir las reglas del juego. Es, en esencia, el principio del fin del orden económico global que surgió tras Bretton Woods.
ACTUALIDAD MERCADOS
EMILIANO GÓMEZ
4/6/20253 min read


Ayer asistimos a un movimiento que no dudo en calificar como un golpe geopolítico en toda regla. Donald Trump, con el ímpetu que lo caracteriza, ha decidido reconfigurar —de manera abrupta y unilateral— el tablero económico internacional. Lo que parecía una advertencia retórica se ha materializado en una medida contundente: aranceles generalizados que no distinguen entre aliados y rivales. Un giro drástico, cargado de implicaciones económicas, diplomáticas y, por supuesto, simbólicas. Desde la primera hora de la mañana, he estado siguiendo reacciones, analizando consecuencias, consultando voces autorizadas. El consenso es claro: esto no es solo una medida proteccionista más, sino un intento deliberado de redefinir las reglas del juego. Es, en esencia, el principio del fin del orden económico global que surgió tras Bretton Woods.
El arancel como arma geopolítica
Para comprender el alcance real de esta decisión, debemos ir más allá de lo económico. Lo que Trump ha puesto sobre la mesa es un manifiesto: Estados Unidos no está dispuesto a seguir liderando una globalización que considera perjudicial para sus intereses nacionales. Y lo ha hecho mediante una declaración arancelaria que tiene el tono y la forma de una provocación, especialmente hacia China. China, sin ser nombrada de forma explícita en todos los decretos, es el destinatario implícito de esta embestida. En palabras de José, uno de los analistas con los que conversé, este movimiento es “una declaración de guerra económica”, con todas sus letras. La medida no solo enturbia las relaciones comerciales, sino que plantea un desafío directo a la legitimidad del liderazgo chino en la economía mundial. Pero China no está sola. Los países emergentes, agrupados en torno a los BRICS, tienen ahora una razón más para acelerar la desdolarización y reforzar su cooperación. Los aranceles estadounidenses se perciben como un intento desesperado por preservar una hegemonía en declive, lo que puede terminar por acelerar su erosión.
Todos son enemigos ahora
Uno de los elementos más sorprendentes fue el carácter indiscriminado de las medidas. Enrique lo describía con precisión: “Trump le ha puesto aranceles tanto a la Argentina de Milei como al Israel de Netanyahu o al El Salvador de Bukele”. El mensaje es claro: nadie queda fuera. La estrategia de “amigos y enemigos” se ha dinamitado desde dentro. La lógica aliancista que sustentó gran parte del comercio internacional estadounidense en el siglo XX queda en entredicho. Estados Unidos aparece ahora como un actor aislado, dispuesto a sacrificar su red de alianzas comerciales en nombre de una reconstrucción nacionalista. Paradójicamente, son las propias empresas estadounidenses —las mismas que sustentaron y apoyaron a Trump en su ascenso— las que pueden sufrir las consecuencias más graves. Amazon, Tesla, Apple... muchas de estas compañías dependen de China para su cadena de suministro. La caída inmediata de los mercados estadounidenses fue un síntoma claro de ese temor.
La moneda como campo de batalla
Pero quizás lo más profundo y menos evidente es lo que apunta Santiago Armesilla: detrás de esta maniobra está también la voluntad de preservar la supremacía del dólar. En un mundo donde el yuan, el rublo e incluso monedas digitales empiezan a disputar terreno, Trump parece buscar un cerco monetario. Al frenar las importaciones, pretende reforzar el valor y el control del dólar, protegiendo lo que aún considera la joya de la corona de la hegemonía estadounidense. Es importante entender que, para Trump, la economía no es un terreno neutro. Es política en estado puro. Y en ese campo de batalla, la moneda es el instrumento último de poder. Estados Unidos ha usado el dólar durante décadas como una herramienta imperial. Hoy, esa herramienta muestra fisuras, y los aranceles son un torniquete de urgencia para evitar la hemorragia.
¿Un punto de no retorno?
Este giro puede tener efectos duraderos. Más allá de si Trump permanece o no en la Casa Blanca tras las elecciones, la pregunta que se impone es si este movimiento marca un punto de no retorno. Si, efectivamente, estamos asistiendo al entierro definitivo de la globalización tal como la conocimos. El “gran reseteo” del que tanto se ha hablado, parece estar tomando forma, aunque no bajo el liderazgo tecnocrático y ordenado que algunos imaginaron, sino a través de una medida abrupta, unilateral y cargada de incertidumbre. Los próximos meses nos dirán si este experimento termina por fracturar el sistema o, por el contrario, da lugar a una reconfiguración más justa y equilibrada del comercio global. De momento, el mundo está en estado de shock. Como un boxeador sonado que aún no sabe si el golpe ha sido definitivo o si todavía queda margen para responder. Pero lo que está claro es que, desde ayer, el orden internacional ha cambiado. Y no será fácil volver atrás.
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