Trump y la era dorada del proteccionismo: cuando los aranceles cuestan más de lo que protegen
Vivimos tiempos en los que la palabra “arancel” ha vuelto al centro del debate económico global, y no precisamente con un matiz positivo. El resurgimiento de políticas proteccionistas en EE.UU. bajo la administración Trump ha dado lugar a lo que algunos llaman su "edad de oro". Sin embargo, como ya ha demostrado la historia —y como lo recuerda el viejo ejemplo de la chicken tax de 1962—, las guerras comerciales rara vez terminan cuando se apagan los titulares. Sus efectos, como la inflación, el encarecimiento de productos y la distorsión del comercio internacional, pueden perdurar durante décadas. Hoy, empresas multinacionales como MGA Entertainment —fabricante de las populares muñecas Bratz— están acelerando sus planes de salir de China y trasladar producción a India, Vietnam o Indonesia. Mientras tanto, gigantes del consumo como Target advierten que un arancel del 25% a los productos agrícolas importados de México podría disparar los precios de frutas y verduras en cuestión de semanas.
ACTUALIDAD MERCADOS
ALEX SEGURA
3/24/20253 min read


Vivimos tiempos en los que la palabra “arancel” ha vuelto al centro del debate económico global, y no precisamente con un matiz positivo. El resurgimiento de políticas proteccionistas en EE.UU. bajo la administración Trump ha dado lugar a lo que algunos llaman su "edad de oro". Sin embargo, como ya ha demostrado la historia —y como lo recuerda el viejo ejemplo de la chicken tax de 1962—, las guerras comerciales rara vez terminan cuando se apagan los titulares. Sus efectos, como la inflación, el encarecimiento de productos y la distorsión del comercio internacional, pueden perdurar durante décadas. Hoy, empresas multinacionales como MGA Entertainment —fabricante de las populares muñecas Bratz— están acelerando sus planes de salir de China y trasladar producción a India, Vietnam o Indonesia. Mientras tanto, gigantes del consumo como Target advierten que un arancel del 25% a los productos agrícolas importados de México podría disparar los precios de frutas y verduras en cuestión de semanas.
En paralelo, Honda se ve forzada a modificar su cadena de producción para evitar los efectos de las tasas aduaneras en sus automóviles ensamblados en México. El mensaje es claro: el proteccionismo puede parecer una herramienta eficaz para proteger la producción nacional, pero sus consecuencias económicas y logísticas pueden ser mucho más amplias y prolongadas de lo previsto. El caso de la chicken tax es paradigmático. En 1962, una disputa comercial entre EE.UU. y Europa Occidental por las exportaciones de pollo derivó en un arancel estadounidense del 25% sobre camionetas ligeras importadas. Hoy, más de seis décadas después, esa medida sigue vigente, afectando a competidores extranjeros que intentan acceder al mercado estadounidense de vehículos utilitarios.
La consecuencia ha sido una distorsión duradera del mercado automotriz que limitó la competitividad y fomentó una protección artificial de ciertas marcas nacionales. La nueva ola arancelaria impulsada por Trump sigue un patrón similar. Bajo el argumento de que EE.UU. gasta demasiado en seguridad global y de que ha sido explotado comercialmente por otros países, el expresidente —y ahora potencial candidato de nuevo— ha vuelto a hacer del proteccionismo una bandera electoral. Lo preocupante es que esta estrategia tiene un impacto profundo y adverso en la inflación, la inversión extranjera y la competitividad a largo plazo. Desde instituciones como la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, se han encendido las alarmas. Jerome Powell y Christine Lagarde han advertido que una escalada en las tensiones comerciales puede alimentar la inflación en un momento de extrema fragilidad para la economía global. De hecho, en EE.UU., muchos productos de consumo ya han comenzado a encarecerse ante la sola amenaza de nuevos aranceles. La paradoja es que, aunque el objetivo declarado sea proteger al trabajador estadounidense, las cadenas globales de suministro —construidas durante décadas de integración económica— hacen que estos aranceles terminen afectando al consumidor final, que paga más por productos importados o ensamblados parcialmente en el extranjero.
Además, las empresas norteamericanas se ven forzadas a modificar apresuradamente sus procesos de producción, incurriendo en costos adicionales, menor eficiencia y pérdida de competitividad internacional. Las implicaciones financieras son igualmente serias. Una guerra comercial prolongada erosiona la confianza de los mercados, retrasa decisiones de inversión y genera incertidumbre que frena el crecimiento económico. Las previsiones de crecimiento global se ven comprometidas por estos choques de política económica, y los bancos centrales se ven forzados a intervenir con mayor cautela, limitando su margen de maniobra frente a una posible recesión. En resumen, la “edad de oro” de los aranceles puede resultar, en la práctica, una época de plomo para la economía global.
Si algo nos enseñó la historia de la chicken tax es que incluso las medidas proteccionistas aparentemente pequeñas pueden dejar una herencia duradera y negativa. El proteccionismo comercial, lejos de ser una solución moderna o estratégica, corre el riesgo de convertirse en un ancla que frena la economía y entorpece la cooperación internacional. Una vez más, estamos ante la disyuntiva de elegir entre una economía abierta y colaborativa o una cerrada y costosa. La historia ya nos ha mostrado cuál de las dos suele ganar.
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