Trump, Musk y Europa: el tablero geopolítico se sacude

Desde hace semanas, sigo con atención una serie de movimientos políticos y empresariales que, lejos de parecer aislados, revelan una tendencia global: el auge del populismo, el impacto de las élites tecnológicas y la fractura del centro político tradicional. Tres polos geográficos —Estados Unidos, Europa y, en menor medida, Sudáfrica— concentran el protagonismo de este nuevo capítulo, con nombres como Donald Trump y Elon Musk en el centro del escenario.

ACTUALIDAD MERCADOS

JOSÉ LUÍS CARVAJAL

6/12/20252 min read

El caso de Trump resulta especialmente revelador. El expresidente, envuelto en polémicas judiciales y escándalos de todo tipo, ha roto con uno de sus principales apoyos empresariales: Elon Musk. Lo que comenzó como una alianza de conveniencia entre dos figuras disruptivas, ha desembocado en una guerra abierta. Musk, que inicialmente respaldó a Trump, ahora se distancia públicamente. No solo ha criticado su retorno a la política, sino que ha dejado caer que apoyaría la creación de un nuevo partido. Mientras tanto, Trump, irritado, sugiere que se retiren los subsidios a los vehículos eléctricos —una de las áreas clave de Tesla— y que Musk debería incluso ser deportado.

Esta ruptura no es trivial. Simboliza el divorcio entre dos tipos de poder que en su día parecieron complementarios: el político populista y el tecnológico libertario. Pero también deja ver cómo, ante una nueva campaña electoral, los antiguos aliados ya no garantizan la fidelidad de antes. Y el mercado lo siente. Tesla, por ejemplo, ha experimentado una caída significativa en Bolsa, y las tensiones entre ambos solo han amplificado esa volatilidad. Al otro lado del Atlántico, en Europa, las señales tampoco son halagüeñas. La extrema derecha está logrando consolidarse en países clave del continente. En Polonia, el retorno del partido de Donald Tusk al gobierno ha supuesto un alivio para Bruselas, que vio con preocupación el giro autoritario del anterior ejecutivo. Sin embargo, la amenaza sigue latente: en las últimas elecciones, la ultraderecha polaca logró una representación que no puede ignorarse.

En los Países Bajos, la situación es aún más compleja. Geert Wilders, un veterano del nacionalismo radical, ganó las elecciones pero no ha conseguido formar gobierno, al menos por ahora. Aun así, ha logrado situar sus propuestas —antiinmigración, antieuropeas y contrarias al islam— en el centro del debate. El hecho de que partidos tradicionalmente moderados se sientan obligados a asumir parte de su discurso, demuestra cuánto ha cambiado el paisaje político europeo. Esta marea populista, tanto en EE.UU. como en Europa, parece alimentarse de un descontento estructural. En muchos casos, las clases medias sienten que han perdido poder adquisitivo, seguridad cultural y peso político. La polarización se acentúa, y los partidos de centro luchan por no verse arrastrados por la dinámica del “todo o nada”. El viejo equilibrio entre conservadores liberales y socialdemócratas está cediendo terreno frente a figuras que hacen de la confrontación su principal herramienta.

En este contexto, no puedo evitar preguntarme qué papel juega el votante moderado. ¿Está resignado? ¿Desencantado? ¿O simplemente eclipsado por una narrativa más ruidosa? Mientras la política se radicaliza, el mundo empresarial también reacciona: algunas empresas empiezan a desmarcarse de figuras polémicas, temerosas del impacto reputacional.

Otras, en cambio, siguen apostando por esa cercanía al poder, aunque este venga cargado de controversia. Lo cierto es que el panorama global está más fragmentado que nunca. La ruptura entre Trump y Musk simboliza algo más profundo: el fin de una era donde política y tecnología marchaban de la mano hacia una disrupción compartida. Ahora, ese binomio parece resquebrajarse, y con él, la narrativa de un mundo que se entendía como progresivamente integrado. Hoy, la incertidumbre es la norma, y el tablero geopolítico se resetea, una vez más. ¿Quién sabrá leer mejor esta nueva partida? Europa, desde luego, aún tiene mucho que decir.