Seis meses de Trump: un segundo mandato que naufraga

Han pasado ya seis meses desde que Donald Trump juró por segunda vez como presidente de los Estados Unidos, y la sensación que me queda tras analizar este periodo, conversando con expertos y revisando los hechos, es que este nuevo mandato dista mucho de lo que él mismo prometió.

ACTUALIDAD MERCADOS

EMMA TUCKER

7/28/20253 min read

Lo que en campaña se presentó como un regreso a la fuerza y la claridad, se ha transformado en un inicio marcado por la confusión, los obstáculos internos y una creciente pérdida de autoridad.

Un gobierno atrapado en su propio laberinto

Durante estas semanas he seguido con atención cómo la Casa Blanca se enfrenta a resistencias que no provienen solo del Partido Demócrata, sino del propio entramado institucional estadounidense. Jueces que bloquean decretos, funcionarios que ralentizan políticas, asesores que, desde dentro, parecen empujar en direcciones opuestas. Incluso con mayoría en el Congreso, Trump no ha logrado consolidar el control que esperaba. Me impresiona comprobar que uno de los ejes centrales de su discurso electoral, la política migratoria, ha tenido que ceder ante la presión de los empresarios que necesitan mano de obra. Este retroceso, que para algunos sectores se percibe como traición, está generando un desgaste silencioso en su base más fiel.

La economía que no despega

El motor económico que tanto prometió en campaña está gripado. La inflación continúa alta, la Reserva Federal no baja los tipos de interés y, para el ciudadano medio, la mejora no llega. Es un dato que se palpa en los sondeos, donde la desaprobación por la gestión económica crece mes a mes. Lejos de generar confianza, los cambios constantes en sus políticas arancelarias han provocado incertidumbre entre inversores y aliados internacionales. La sensación es de improvisación, algo que contrasta con la imagen de firmeza que quiso proyectar en su regreso al poder.

Escándalos que erosionan su imagen

Estos seis meses también han estado marcados por el impacto de documentos relacionados con los casos de pedofilia de Jeffrey Epstein. Aunque Trump ha negado cualquier implicación, las sombras que proyecta este asunto han debilitado su credibilidad y han dado munición a sus detractores. Los rumores, alimentados por sectores de inteligencia y filtraciones interesadas, están contribuyendo a un clima de sospecha que mina su capacidad de maniobra. En este contexto, no resulta extraño que su política exterior aparezca llena de contradicciones. Lo hemos visto en Ucrania, donde algunos acuerdos han sido boicoteados desde dentro de su administración, y en Oriente Medio, donde la relación con Benjamín Netanyahu se ha convertido en uno de sus principales dolores de cabeza.

Netanyahu, un aliado incómodo

En los últimos meses, Israel ha actuado con una independencia que incomoda incluso a sus aliados tradicionales en Washington. La reciente ofensiva en Siria, lanzada sin previo aviso y en contra de los compromisos adquiridos, ha generado un profundo malestar en la Casa Blanca. Escucho a expertos y funcionarios describirlo sin rodeos: “Bibi está loco”. Sin embargo, como bien me apuntaba el historiador José Miguel Villarroya, Netanyahu no actúa de forma irracional. Sabe que su respaldo en ciertos círculos de poder de Estados Unidos le permite desafiar las advertencias de Trump sin consecuencias reales. Este pulso entre ambos líderes no es solo una cuestión bilateral: condiciona todo el tablero de Oriente Medio y amenaza con arrastrar a la administración norteamericana a una escalada que podría desembocar en un enfrentamiento directo con Irán.

La política exterior: más problemas que soluciones

En paralelo, la guerra en Ucrania sigue sin resolverse y la presión para que Trump imponga su sello personal en las negociaciones crece. Sin embargo, cada vez resulta más evidente que ni Rusia ni Ucrania están dispuestas a modificar sus condiciones. Las reuniones en Estambul son, hasta ahora, gestos diplomáticos sin resultados concretos. Mientras tanto, la posibilidad de una gran cumbre con Putin y Xi Jinping, prevista para septiembre u octubre, aparece en el horizonte como una tabla de salvación. Un encuentro que podría darle a Trump el golpe de efecto internacional que necesita para recuperar prestigio. Pero para llegar a esa cita en condiciones, deberá superar antes sus propios frentes internos.

Un presidente debilitado

Lo que más me inquieta, tras este repaso, es comprobar cómo su liderazgo ha comenzado a resquebrajarse en apenas medio año. Las voces críticas dentro del movimiento MAGA, antes impensables, empiezan a ganar fuerza. La sensación es que Trump, que siempre se definió como ajeno al sistema, se ha visto atrapado en la maquinaria del Estado que tanto despreciaba. Y en lugar de domesticarla, está siendo devorado por ella.

Camino a las elecciones de medio término

Queda año y medio para las elecciones legislativas que marcarán el segundo tramo de su mandato. Si el rumbo no cambia, llegar a esa cita en posición de fuerza se antoja complicado. Las grietas internas, los fracasos económicos y el desgaste internacional están minando su capacidad de liderar con autoridad. Este segundo mandato, que muchos anticipaban como una era de consolidación, se ha convertido, por ahora, en una sucesión de crisis. Seis meses después, la pregunta que me hago es si Donald Trump será capaz de enderezar este rumbo antes de que sea demasiado tarde, o si estamos asistiendo, en directo, al comienzo de su declive político.