Resistir con lo que tengo: la otra cara de la innovación en tiempos de disrupción
En una época dominada por tecnologías que avanzan a un ritmo vertiginoso —inteligencia artificial generativa, automatización, plataformas digitales y modelos de negocio disruptivos—, muchas empresas viven en una constante inquietud existencial. ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Debo digitalizar todos mis procesos? ¿Es tarde para entrar al comercio electrónico o aún llego a tiempo? ¿Necesito transformarme en una startup para sobrevivir?
ACTUALIDAD MERCADOS
EMMA TUCKER
3/27/20252 min read


En una época dominada por tecnologías que avanzan a un ritmo vertiginoso —inteligencia artificial generativa, automatización, plataformas digitales y modelos de negocio disruptivos—, muchas empresas viven en una constante inquietud existencial. ¿Estoy haciendo lo correcto? ¿Debo digitalizar todos mis procesos? ¿Es tarde para entrar al comercio electrónico o aún llego a tiempo? ¿Necesito transformarme en una startup para sobrevivir?
La presión por adaptarse al nuevo entorno competitivo es abrumadora, especialmente cuando los nuevos jugadores provienen de sectores completamente ajenos, con propuestas de valor que rompen las reglas del juego conocidas. Estos competidores adyacentes no operan según los estándares tradicionales. A menudo son empresas tecnológicas o plataformas digitales que aterrizan en sectores maduros, ofreciendo soluciones más ágiles, escalables o baratas. Es comprensible que, ante ese panorama, muchos ejecutivos sientan que su modelo de negocio está desfasado y que la única vía para sobrevivir sea una reinvención radical: eliminar estructuras comerciales, sustituir distribuidores por apps, externalizar procesos logísticos, y en definitiva, subirse a una ola digital que parece llevarse todo por delante.
Sin embargo, esa no es la única respuesta posible. En medio de esta vorágine transformadora, también existe una estrategia más prudente y, en muchos casos, igual de efectiva: defenderse con lo que uno ya tiene. Con lo puesto. No se trata de inmovilismo, sino de una visión estratégica que pone en valor los activos actuales y consolida lo que funciona, antes de lanzarse a perseguir cada nueva tendencia. En mi caso, tengo mis bases de datos, mi marca, mis puntos físicos, mi clientela fidelizada, mi departamento de marketing, mi red de distribución, mis campañas de publicidad. No son recursos menores. Y si bien no vienen envueltos en un halo de vanguardia tecnológica, tienen un poder real: el conocimiento del cliente, la confianza construida, la experiencia operativa. Lo que propongo es algo tan básico como eficaz: no intentar copiar al disruptor, sino fortalecer aquello que me diferencia de él. Donde él irrumpe con una solución novedosa, yo respondo reforzando la mía en esos mismos frentes.
Si él apuesta por la inmediatez digital, yo apuesto por una experiencia personalizada en tienda. Si él ofrece precios bajos, yo resalto el valor añadido de mi atención al cliente. Esta estrategia exige un ejercicio de introspección profunda: entender cuál es nuestra ventaja competitiva y cómo puede potenciarse con los recursos actuales. ¿Es suficiente? A corto plazo, muchas veces sí. A largo plazo, dependerá de nuestra capacidad de evolucionar sin perder de vista lo que nos hizo fuertes. Algunas empresas han conseguido rediseñar sus modelos con éxito sin renunciar a su esencia. Otras, lamentablemente, han fracasado en el intento por emular a los nuevos actores sin comprender que su fortaleza estaba en lo que ya poseían. La innovación no siempre exige borrar el pasado. A veces, se trata de revalorizarlo.
No todos tienen que convertirse en una startup, ni volverse completamente digitales. Hay espacio para estrategias mixtas, para modelos híbridos que conviven con lo tradicional mientras incorporan de forma selectiva lo nuevo. La clave está en no correr detrás de cada moda, sino en tener una visión clara, informada y propia. Por eso, más que transformarme para parecerme a otros, prefiero evolucionar desde dentro. Con lo puesto. Con lo que tengo. Y con lo que me ha permitido llegar hasta aquí. Esa es, al final, mi forma de competir.
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