Mercados en tensión: señales técnicas firmes, pero con una fragilidad creciente
Esta semana ha estado marcada por una confluencia de factores técnicos, macroeconómicos y políticos que exigen una lectura atenta y serena de cara a los movimientos futuros en los mercados financieros. La aparente fortaleza de algunos activos contrasta con señales subyacentes de fragilidad estructural y tensiones institucionales que podrían desencadenar un cambio de rumbo brusco en cualquier momento. Como operador, analista y observador de los mercados, comparto aquí mis conclusiones tras una semana especialmente reveladora.
ACTUALIDAD MERCADOS
JON FERGUSON
7/21/20255 min read


1. Mi posicionamiento técnico: entre la tendencia y la cautela
Desde una perspectiva técnica, mantengo posiciones largas en activos clave: el euro, el Bitcoin, el SP500, el Nasdaq, el petróleo y Nvidia. Estos activos han demostrado mantener estructuras alcistas claras y sostenidas. El SP500, sin embargo, continúa enfrentando una resistencia crítica en la zona de los 6300 puntos, nivel que ha probado en varias ocasiones sin lograr una ruptura decisiva. Su incapacidad para superarlo comienza a generar dudas sobre la solidez del impulso actual. El Nasdaq, por su parte, mantiene un comportamiento más robusto, impulsado por el empuje de tecnológicas dominantes como Nvidia, que ha prolongado su tendencia alcista tras confirmar la superación de su media de 200 sesiones. El Bitcoin también permanece fuerte, impulsado por expectativas regulatorias favorables en un posible segundo mandato de Trump y por su papel creciente como refugio ante la erosión del valor del dinero fiat. En contraste, me mantengo fuera del DAX, el bono a 30 años estadounidense y el oro. Estos activos se encuentran en zonas de indefinición o claramente laterales, donde el riesgo de falsa ruptura es elevado y la relación rentabilidad/riesgo resulta poco atractiva.
2. Aranceles: una amenaza que el mercado aún no descuenta
Uno de los factores que más me preocupa en el plano macroeconómico es el resurgimiento del proteccionismo. Aunque los mercados parecen haber asumido que el riesgo arancelario es bajo, circulan estimaciones que apuntan a posibles subidas de entre el 15% y el 20% para más de 150 países en caso de un cambio de administración en EE.UU. Si esto se materializa, tendría un efecto inflacionario inmediato, al trasladarse los nuevos costes a los precios finales. Algunos indicios ya empiezan a reflejarse: Japón registra una desaceleración de exportaciones en sectores clave como la automoción, y Walmart ha comenzado a ajustar precios de forma progresiva y discreta. Todo apunta a que la inflación podría resurgir con fuerza, aunque los indicadores oficiales todavía no lo reflejen plenamente.
3. Reserva Federal: ¿el principio de una crisis institucional?
Otro foco crítico esta semana ha sido la presión sobre Jerome Powell. Las exigencias políticas para recortar tipos de forma agresiva —incluso hasta el 1%— chocan con la realidad económica. No se dan las condiciones objetivas para semejante relajación monetaria. Sin embargo, la amenaza de una posible destitución de Powell abre un escenario inédito que podría socavar la independencia de la Reserva Federal. He observado con inquietud cómo decisiones similares en países como Turquía o Hungría desembocaron en una fuerte pérdida de confianza, desplome de la divisa y repunte de la inflación. En EE.UU., un escenario de ese tipo podría traducirse en una reacción violenta del mercado de bonos y en una devaluación súbita del dólar, con efectos imprevisibles a corto plazo.
4. Inflación: el debate entre los datos y la realidad
El dato oficial de inflación en EE.UU. continúa generando controversia. El modelo estadístico incluye componentes que distorsionan la realidad. Un ejemplo paradigmático es el ajuste que refleja una caída del 19% en seguros sanitarios, una cifra que no coincide en absoluto con la experiencia del consumidor medio. Esta discrepancia entre el dato publicado y el coste real de vida condiciona las decisiones de política monetaria. Si la Reserva Federal se guía por indicadores que subestiman la inflación, existe el riesgo de mantener una política demasiado laxa, alimentando nuevas burbujas y debilitando aún más el poder adquisitivo.
5. Sentimiento de mercado y riesgos estacionales
Me llama la atención el elevado optimismo entre los gestores institucionales, el mayor desde febrero de este mismo año. Existe un consenso generalizado en torno a un “aterrizaje suave” de la economía, lo cual choca frontalmente con señales objetivas de ralentización por efecto de los aranceles y la incertidumbre política. Además, la liquidez en cartera ha descendido al 3,9%, un nivel históricamente bajo. Este dato, que puede parecer positivo en términos de confianza, activa en realidad señales contrarias: cuando el posicionamiento alcista es tan extremo, cualquier sorpresa negativa puede desatar correcciones abruptas. En términos estacionales, julio suele dividirse entre una primera mitad más positiva y una segunda más volátil. Agosto, por su parte, tiende a mostrar debilidad, por lo que aumento la prudencia.
6. La debilidad estructural del mercado
Aunque los índices principales continúan marcando máximos, hay señales claras de deterioro interno. El SP500 ponderado igual está en mínimos de 22 años frente a su versión tradicional, lo cual refleja una concentración creciente en unos pocos valores. Las small caps, por su parte, siguen perdiendo terreno frente a las grandes compañías, con una divergencia que no se veía desde hace 25 años. Estos datos apuntan a una subida impulsada por liquidez y narrativa, más que por una mejora generalizada en los fundamentales empresariales. La estructura de fondo es débil, y cualquier cambio en la confianza puede tener efectos multiplicadores.
7. ¿Burbuja bursátil inducida?
Empiezo a considerar seriamente la hipótesis de que estamos ante una burbuja bursátil inducida como estrategia fiscal. Los flujos hacia criptomonedas y tecnológicas son abrumadores. Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense necesita desesperadamente financiación para su creciente déficit. Una bolsa inflada permite mayores ingresos fiscales por plusvalías, mejora la percepción de riqueza y sostiene el consumo. El problema es que este esquema sólo funciona mientras la música siga sonando. Si los tipos bajan sin justificación económica, si la inflación repunta o si los grandes valores fallan, el ajuste puede ser violento. En este contexto, sigo vigilando de cerca activos como el oro, el Bitcoin, los bonos a largo plazo (con enfoque bajista) y, por supuesto, el comportamiento del dólar.
8. Claves a seguir en las próximas semanas Hay cuatro elementos que, a mi juicio, serán determinantes para el mercado en el corto y medio plazo:
• Reserva Federal: cualquier movimiento contra Powell puede generar una tormenta en renta fija y divisas.
• Inflación real: si los datos oficiales siguen ocultando la presión en los hogares, los bancos centrales podrían actuar demasiado tarde.
• Aranceles: un endurecimiento afectaría directamente a márgenes empresariales, confianza del consumidor e inflación.
• Temporada de resultados:
los grandes tecnológicos aún no han publicado; sus cifras podrían definir el rumbo inmediato del mercado. Además, el riesgo de concentración continúa siendo preocupante. Si las pocas compañías que lideran las subidas decepcionan, el mercado no tendrá base suficiente para sostener los niveles actuales. Con todo ello, mantengo una posición dentro del mercado, pero opero con un nivel creciente de cautela. La estrategia sigue siendo aprovechar las tendencias mientras se mantengan intactas, pero siempre cerca de la salida. En este entorno, la velocidad de reacción será tan importante como la dirección de la inversión. La euforia puede ser rentable, pero la prudencia sigue siendo el mejor seguro frente a lo inesperado.
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