La tormenta silenciosa de Japón: una advertencia global desde el corazón de la deuda
Hoy quiero compartir con vosotros una reflexión que me inquieta profundamente y que, poco a poco, empieza a adquirir la forma de una tormenta financiera. No es una crisis evidente, no la veréis todavía en los titulares más llamativos, pero sus implicaciones pueden ser enormes. Me refiero a lo que está ocurriendo en Japón, y más concretamente, al deterioro progresivo de su mercado de renta fija. O dicho de otra forma: al encarecimiento del coste de financiación de la economía más endeudada del mundo. Japón lleva décadas endeudándose sin freno.
ACTUALIDAD MERCADOS
ALEX SEGURA
6/10/20255 min read


Durante años, muchos analistas argumentaron que podía hacerlo porque el país se financiaba a coste prácticamente nulo. Pero los tiempos han cambiado. El contexto global ha cambiado. Y, sobre todo, el margen de maniobra del Banco de Japón se ha reducido hasta extremos que rozan lo insostenible. El riesgo de contagio a otras economías desarrolladas es real. De hecho, puede que estemos ante una señal de alerta temprana para Estados Unidos, Europa y cualquier otra región que haya apostado por políticas fiscales expansivas sin límites claros.
Tres décadas de deuda barata
Para entender cómo hemos llegado hasta aquí, conviene retroceder a los años 90. Tras el estallido de su burbuja inmobiliaria y bursátil, Japón entró en un largo periodo de estancamiento económico. La respuesta de las autoridades fue clara: estimular el crecimiento mediante deuda pública. Año tras año, el Estado japonés emitía bonos para financiar el gasto público, con el respaldo tácito del Banco de Japón. Lo sorprendente es que este modelo funcionó... durante un tiempo. El bono japonés a 10 años, el principal referente del coste de financiación del país, no dejó de caer desde principios de los 90 hasta bien entrado 2022. En algunos momentos, incluso llegó a ofrecer rendimientos negativos.
¿Cómo era esto posible? Gracias a una inflación persistentemente baja, e incluso deflación en algunos tramos, que permitió mantener los tipos de interés en niveles históricamente bajos sin poner en riesgo la estabilidad de precios. El Banco de Japón fue más allá que cualquier otro banco central. No sólo bajó los tipos de interés a cero, sino que puso en marcha un programa masivo de compra de deuda pública —quantitative easing— que convirtió al banco central en el principal tenedor de bonos del país. Hoy, más del 50% de toda la deuda japonesa está en manos del propio Banco de Japón. Una situación insólita.
Cambio de rumbo: la inflación vuelve y el coste de la deuda se dispara
Sin embargo, la dinámica ha cambiado. Desde 2022, Japón ha empezado a experimentar una inflación estructuralmente más alta. No hablamos ya de un repunte puntual, como los vividos en 1998 o 2008, sino de una inflación persistente del 3% al 4%, los niveles más altos en décadas. Y lo preocupante es que los tipos de interés apenas han reaccionado: el tipo oficial apenas ha subido al 0,5%, un nivel históricamente bajo e insuficiente para frenar el alza de los precios. Aun así, incluso esta tímida subida ha tenido un efecto devastador sobre el coste de la deuda a largo plazo. Hoy, el bono a 10 años se negocia en torno al 1,5%, y el bono a 20 años roza el 2,4%. A primera vista parecen cifras manejables. Pero si tenemos en cuenta que Japón debe el 240% de su PIB, la conclusión es inequívoca: cualquier incremento en los tipos supone una presión inmensa sobre las cuentas públicas.
La deuda como trampa: ¿puede Japón seguir financiándose?
Los últimos acontecimientos demuestran que la confianza en la deuda japonesa está empezando a resquebrajarse. Las subastas recientes del Tesoro han sido un fracaso. La del 20 de mayo a 20 años no logró cubrirse por falta de demanda. La del 28 de mayo a 40 años tuvo la peor acogida en casi un año. Como consecuencia, Japón se ve obligado a pagar entre un 3% y un 3,5% por su deuda a largo plazo, frente al 0,25% al que se financiaba hace apenas unos años. Esta subida del coste financiero está afectando también a otros actores clave, como las aseguradoras, que han sufrido pérdidas multimillonarias por la caída en el precio de los bonos. Se estima que sólo en el último año han registrado pérdidas de hasta 60.000 millones de dólares. Y no olvidemos que estas entidades son, junto al Banco de Japón, los principales compradores de deuda nacional.
La advertencia de Suzuki: “Estamos peor que Grecia en 2010”
Las palabras del ministro de Finanzas, Shunichi Suzuki, son tan contundentes como alarmantes. Según él, Japón se encuentra en una situación fiscal más delicada que la de Grecia en 2010, cuando Atenas reconoció que no podía hacer frente a sus compromisos y abrió la puerta a una de las mayores crisis de deuda soberana de la historia reciente. Aquella crisis arrastró a países como Portugal, Italia o España —los tristemente célebres PIGS— a una década de recortes, intervenciones y tensiones políticas. Japón, con su enorme volumen de deuda y su creciente coste de financiación, se aproxima peligrosamente a un punto de no retorno. Y si la confianza en la deuda japonesa se pierde, las implicaciones globales pueden ser inmediatas.
El riesgo de contagio: EE.UU., Europa y los capitales japoneses
Japón es el mayor inversor extranjero en bonos estadounidenses y europeos. Posee más de 1,1 billones de dólares en activos estadounidenses, y más de 500.000 millones en deuda europea. Si el Banco de Japón se ve obligado a subir tipos para contener la inflación, es probable que muchos inversores japoneses repatrien capitales, vendiendo deuda extranjera para aprovechar los nuevos rendimientos locales. Este movimiento tendría efectos devastadores: subiría los tipos de interés en EE.UU. y Europa, encarecería el crédito, podría provocar ventas en bolsa y, en el peor de los casos, desencadenar un efecto dominó sobre otros mercados de deuda. Además, la rebaja reciente de la calificación crediticia de EE.UU. añade más presión al sistema. Por si fuera poco, Japón se encuentra en un escenario especialmente delicado: la estanflación. Es decir, inflación elevada combinada con crecimiento nulo o negativo. En este entorno, el Banco de Japón tiene muy poco margen de actuación: si sube tipos, ahoga el crecimiento. Si los mantiene bajos, alimenta la inflación.
Un espejo incómodo para Occidente
Lo que está ocurriendo en Japón debe interpretarse como una advertencia para las economías avanzadas. Estados Unidos ya tiene una deuda pública del 120% del PIB. Europa, por su parte, ha relajado sus límites de déficit y deuda en nombre del estímulo económico, sin plantear aún una estrategia creíble de consolidación fiscal. Durante años se ha creído que los países con soberanía monetaria podían endeudarse sin límites. Japón fue el modelo de esa narrativa. Hoy, ese modelo empieza a mostrar grietas profundas.
El precio de décadas de complacencia monetaria y fiscal empieza a hacerse visible. El equilibrio entre crecimiento, inflación y deuda es más frágil de lo que parecía. Y si Japón —con su disciplina social, su enorme capacidad de ahorro interno y su banco central ultra-intervencionista— empieza a perder el control, ¿qué podemos esperar del resto? Gracias por leerme.
Aunque hoy no esté en mi entorno habitual, quería compartir con vosotros esta reflexión porque considero que entender lo que ocurre en Japón es clave para anticipar lo que puede venir. El futuro no está escrito, pero las señales están ahí para quien sepa leerlas. Que tengáis mucha suerte en vuestras decisiones de inversión.
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