La tormenta perfecta: dólar débil, oro en alza y una guerra comercial sin tregua

La guerra comercial entre Estados Unidos y China ya ha cruzado todas las líneas rojas. Lo que comenzó como una ofensiva unilateral en nombre del proteccionismo se ha convertido en un conflicto económico de escala global, con consecuencias que ya se dejan sentir en los mercados financieros, en la confianza internacional y, sobre todo, en la estabilidad del dólar. Hoy, puedo decirlo sin reservas: estamos ante una anomalía histórica.

ACTUALIDAD MERCADOS

EMMA TUCKER

4/14/20253 min read

La guerra comercial entre Estados Unidos y China ya ha cruzado todas las líneas rojas. Lo que comenzó como una ofensiva unilateral en nombre del proteccionismo se ha convertido en un conflicto económico de escala global, con consecuencias que ya se dejan sentir en los mercados financieros, en la confianza internacional y, sobre todo, en la estabilidad del dólar. Hoy, puedo decirlo sin reservas: estamos ante una anomalía histórica.

Guerra total

La última jugada de China ha elevado la tensión a su punto más crítico. En respuesta a los aranceles del 145% impuestos por Washington, Pekín ha subido sus propios derechos de aduana hasta el 125%. Es un contraataque directo, deliberado y, sobre todo, cuidadosamente calculado. Porque China no improvisa. No responde al ritmo del calendario electoral ni a las pulsiones del mercado. Juega a largo plazo, en silencio, y con una precisión quirúrgica que inquieta tanto a las empresas como a los gobiernos occidentales. La estrategia china no se limita a las tarifas. La devaluación del renminbi es otra pieza en su tablero, diseñada para amortiguar el impacto de los aranceles sin necesidad de confrontación verbal. Y, como telón de fondo, una amenaza latente pero poderosa: la posibilidad de vender masivamente deuda estadounidense o restringir el acceso a las tierras raras, minerales clave en la industria tecnológica. Ambas medidas, si se llegaran a ejecutar, tendrían efectos devastadores sobre la economía de Estados Unidos.

El dólar se desploma

Mientras tanto, el dólar, símbolo del poder financiero norteamericano, se tambalea. Su reciente desplome ha dejado atónitos incluso a los analistas más curtidos. “Es el termómetro del sentimiento de vender todo lo que sea americano”, explicaban desde ING Bank. En otras palabras, el mercado está abandonando el dólar, no por una causa puntual, sino por la pérdida progresiva de confianza en el liderazgo económico de Estados Unidos. Y no es solo una cuestión de divisas. Es un reflejo de un sistema que comienza a mostrar grietas estructurales. La rentabilidad de los bonos del Tesoro a diez años se mantiene obstinadamente alta —alrededor del 4,6%—, a pesar de la caída del dólar, lo que indica un temor latente a la sostenibilidad fiscal del país. En apenas una semana, la prima ha subido seis puntos básicos: el mayor aumento desde los años ochenta. Este escenario es especialmente delicado si consideramos quién financia la deuda estadounidense. Japón y China, los dos principales tenedores de bonos, son también los países más castigados por la política arancelaria de Trump. “Entablar peleas con quienes también sostienen tu deuda se vuelve extremadamente arriesgado”, advertían desde Natixis IM. La advertencia no podría ser más oportuna. El dominio del dólar, alguna vez incuestionable, hoy parece más vulnerable que nunca.

Refugio en el oro

Y en tiempos de incertidumbre, el oro resplandece. La onza ha superado los 3.200 dólares, marcando un nuevo máximo histórico. Es una señal clara: los inversores están huyendo de los activos de riesgo, y buscan refugio donde la historia ha demostrado que se encuentra la estabilidad. En una sola semana, el precio del oro ha subido más del 6%, impulsado por el temor a una recesión global y a una crisis de confianza que podría contagiar al resto del sistema financiero internacional. “La recuperación del oro envía una señal inequívoca: algo no marcha bien”, afirmaba Ole Hansen, director de estrategia de materias primas en Saxo Bank. Y tiene razón. Porque cuando el oro se dispara mientras el dólar cae, el mensaje de fondo es devastador: los pilares tradicionales del sistema económico están siendo cuestionados, y no hay certezas sobre qué vendrá después.

La incertidumbre como nueva normalidad

Desde mi posición, lo que más desconcierta no es el conflicto en sí, sino la manera en que se está gestionando. La imposición arbitraria de aranceles, sin estudios previos, sin planes de contingencia y sin coordinación con los aliados estratégicos, está dejando cicatrices profundas en el comercio internacional. Las reglas del juego han sido reemplazadas por decisiones improvisadas, en una espiral de acción-reacción que no ofrece espacio para la previsibilidad. Nos encontramos, sin exagerar, ante una tormenta perfecta: una guerra arancelaria sin control, una divisa en caída libre, una deuda pública sostenida por manos enemigas y un mercado que ya no cree en las instituciones que durante décadas han garantizado la estabilidad del comercio global. Vivimos tiempos excepcionales, donde la lógica cede ante la política y la prudencia es sacrificada en el altar del populismo económico. Los próximos meses serán decisivos. Y aunque nadie puede anticipar el desenlace de esta guerra comercial, sí sabemos que su impacto ya ha trascendido los gráficos y los balances. Estamos en medio de un cambio de era. Y en esta nueva etapa, la incertidumbre no es una amenaza pasajera: es el nuevo punto de partida.