La locura del dólar: una amenaza silenciosa para la economía mundial

Mientras reflexiono sobre la situación actual del dólar, no puedo evitar recordar una antigua película de 1932, dirigida por Frank Capra, que retrataba de manera magistral la pérdida de confianza en el sistema financiero durante la Gran Depresión. Los clientes, movidos por el miedo, retiraban en masa sus depósitos de los bancos, provocando su colapso.

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JULIO VILAR

5/3/20252 min read

Hoy, aunque no estemos viendo un pánico bancario al uso, me doy cuenta de que estamos presenciando algo similar: una venta masiva de activos denominados en dólares, síntoma de una profunda desconfianza. Después de ocho décadas en las que el dólar ha reinado como moneda de reserva mundial, ahora enfrenta una de sus crisis más importantes.

No es la primera vez que ocurre. Recuerdo que a finales de los años sesenta y principios de los setenta, el dólar ya vivió fuertes tensiones financieras provocadas por problemas internos en Estados Unidos: inflación elevada, desempleo creciente, descontento social y el altísimo coste de la guerra de Vietnam. Fue entonces, bajo el mandato del presidente Nixon, cuando se adoptaron medidas drásticas como la congelación de precios y salarios, así como la imposición de aranceles.

Esa política desembocó en una fuerte devaluación del dólar y en el colapso del sistema de Bretton Woods, que durante años había garantizado una cierta estabilidad en los tipos de cambio. Desde entonces, las divisas fluctúan libremente, pero ahora observo que se repite un fenómeno similar: una crisis de confianza internacional. No solo se trata de aranceles o de guerras comerciales. Lo que veo es un problema de fondo en la política fiscal estadounidense. Las tensiones internas, la presión sobre la Reserva Federal y la falta de independencia en las decisiones económicas están minando la credibilidad del dólar. Esta situación, lejos de limitarse al mercado norteamericano, podría tener consecuencias nefastas para toda la economía global. Aunque los tipos de interés en Estados Unidos se mantienen más elevados que en la zona euro, el dólar sigue debilitándose.

Este debilitamiento tiene efectos contradictorios: por un lado, abarata las exportaciones estadounidenses, pero por otro, encarece las importaciones y reduce el atractivo de la moneda como refugio seguro. Me preocupa especialmente que esta tendencia pueda agravarse. Un dólar más barato implica que los precios de productos básicos —como el petróleo o la energía— aumenten en otras monedas, lo que podría alimentar nuevas presiones inflacionarias a nivel mundial. Además, los países que dependen del comercio con Estados Unidos pueden ver cómo sus productos pierden competitividad, afectando su crecimiento económico.

No sabemos aún si esta situación desembocará en una crisis mayor, pero lo que está claro para mí es que estamos viviendo una fase muy peligrosa para el dólar. La pérdida de confianza, combinada con políticas internas erráticas y presiones políticas, podría desencadenar una nueva ola de inestabilidad que afectaría a todos. Quizá aún estemos a tiempo de corregir el rumbo. Pero mientras tanto, no puedo evitar pensar que estamos siendo testigos de una verdadera locura, una locura muy peligrosa que tiene como epicentro a la moneda más influyente del planeta.