Europa al borde del abismo: o se une como potencia o desaparecerá entre EE.UU. y China

Europa se encuentra ante una de las decisiones más cruciales de su historia contemporánea: o da el salto definitivo para convertirse en un verdadero sujeto político y económico supranacional, o quedará condenada a la irrelevancia en un mundo marcado por tensiones geopolíticas crecientes y una transformación tecnológica acelerada.

ACTUALIDAD MERCADOS

ÁLEX SEGURA

3/25/20252 min read

Europa se encuentra ante una de las decisiones más cruciales de su historia contemporánea: o da el salto definitivo para convertirse en un verdadero sujeto político y económico supranacional, o quedará condenada a la irrelevancia en un mundo marcado por tensiones geopolíticas crecientes y una transformación tecnológica acelerada.

El tablero internacional ya no se rige por las reglas de la posguerra. La estabilidad que trajo consigo el orden occidental tras la Segunda Guerra Mundial está siendo desafiada por nuevas lógicas de poder, y especialmente por el conflicto cada vez más abierto entre Estados Unidos y China. Trump —y su posible regreso— encarna un giro hacia la autarquía, el proteccionismo y la desestabilización del sistema global.

Frente a esta pugna de gigantes, Europa parece desorientada, excesivamente dependiente y sin una brújula estratégica clara. Estados Unidos y China han convertido su rivalidad en una competencia feroz que abarca el comercio, la innovación tecnológica y la estrategia militar. En ese contexto, la Unión Europea corre el riesgo de convertirse en un actor secundario, irrelevante y fragmentado, si no asume con decisión su papel como potencia independiente. La guerra de Ucrania ha evidenciado la fragilidad energética y militar europea. A su vez, la ralentización de la locomotora alemana, sumada a una creciente dependencia de terceros en sectores clave, es síntoma de una Europa que no lidera ni protege su propio modelo.

Las políticas proteccionistas y el repliegue militar de EE.UU. no solo tienen implicaciones económicas: también revelan una debilidad institucional cuando el poder parece concentrarse en manos de empresarios tecnológicos que operan más allá de los controles democráticos. Europa, mientras tanto, continúa reaccionando tarde, y con instrumentos limitados, ante decisiones que se toman en Washington o Pekín pero que le afectan directamente. El proyecto de autonomía estratégica europea es, por tanto, urgente. La reciente propuesta de crear una “Brújula para la competitividad europea” apunta en la dirección correcta, pero se queda corta si no va acompañada de decisiones estructurales. Europa necesita una política industrial potente, sostenida en la innovación, el respeto medioambiental y la resiliencia. Apostar por una industria limpia no solo es un deber ético: es una ventaja competitiva real en un mundo que avanza hacia la descarbonización.

Pero para que esta apuesta tenga impacto, se requieren mecanismos comunes, infraestructuras compartidas y normas coherentes a nivel supranacional. La respuesta está en la política, no solo en los mercados. Y ahí Europa aún falla. Sin una visión clara, sin una capacidad real de influencia, sin unidad, seguirá dependiendo de lo que decidan otros. Necesitamos establecer nuestras propias reglas, priorizar nuestros intereses frente a los monopolios tecnológicos globales, proteger nuestros recursos críticos y desarrollar un sistema fiscal y financiero europeo que nos permita actuar con autonomía.

La pregunta ya no es si debemos construir los Estados Unidos de Europa. La cuestión es si podemos sobrevivir sin ellos. Si Europa quiere garantizar su modelo democrático, su estado del bienestar y su peso en el mundo, necesita unidad, decisión y ambición política. De ello dependerá qué tipo de sociedad queremos dejar a las futuras generaciones. El momento es ahora. Podemos seguir siendo un mercado sin alma, o convertirnos en una verdadera potencia. Estamos, literalmente, en el borde. Es hora de construir los Estados Unidos de Europa.