¿Está la bolsa cara o barata? Una reflexión desde la incertidumbre

Durante años he escuchado la misma pregunta repetida con distintas voces, en distintos momentos del ciclo económico: “¿Es buen momento para invertir en bolsa o mejor esperar?”. Una duda legítima, especialmente en un entorno tan volátil como el de los mercados financieros.

ACTIVOS INVERTIBLES

JESÚS LACALLE

5/6/20254 min read

Como inversor y educador financiero, he aprendido que más allá de la respuesta concreta a esa pregunta —si es que existe— lo verdaderamente importante es saber cómo actuar cuando no tenemos la certeza de si estamos comprando caro o barato. La construcción de un patrimonio personal no empieza en la bolsa ni en los mercados; comienza mucho antes, con el hábito del ahorro. Una vez asentado ese pilar, el siguiente paso es invertir, es decir, poner ese ahorro a trabajar para que, con el tiempo, crezca. Y ahí entra en juego el concepto más poderoso de todos: el interés compuesto. Cuanto antes empecemos, mayor será el efecto multiplicador del tiempo sobre nuestros ahorros. Ahora bien, no todos los activos financieros ofrecen el mismo rendimiento a largo plazo.

Históricamente, la renta variable —la bolsa— ha sido el activo más rentable. Pero también el más volátil. Subidas vertiginosas y caídas inesperadas hacen que muchos se detengan justo cuando deberían dar el primer paso. “¿Y si compro justo antes de un desplome?”, piensan. Y con ese miedo, muchos optan por no hacer nada. Pero la inacción, en cuestiones de inversión, también es una decisión. Y muchas veces, la peor de todas. He visto cómo esta parálisis por análisis lleva a muchas personas a retrasar indefinidamente su entrada en el mercado.

Esperan un momento “mejor”, más “seguro”, que rara vez llega con la claridad que uno desea. Pero si algo he aprendido es que el mejor momento para empezar a invertir es cuando puedes, no cuando crees que el mercado te lo indica. Porque ese momento perfecto es, casi siempre, una ilusión retrospectiva. Cuando no sabemos si la bolsa está cara o barata —y la mayoría de las veces no lo sabemos— hay estrategias que nos ayudan a gestionar ese riesgo sin quedar inmovilizados por la duda. Una de ellas es la inversión en lump sum, es decir, invertir todo el capital disponible de golpe.

Supongamos que tengo $30,000 ahorrados: puedo ponerlos todos a trabajar hoy mismo, confiando en que, a largo plazo, los mercados recompensarán esa decisión. Esta estrategia tiene sentido cuando el mercado está en una tendencia claramente alcista. Por ejemplo, quien invirtió de golpe a comienzos de 2013, con el S&P 500 en 1500 puntos, hoy tendría más de $100,000, con una rentabilidad media anual de más del 11%. Sin embargo, la historia no siempre ofrece trayectorias tan suaves. Pensemos en alguien que invirtió en el año 2000, también con el S&P 500 en 1500 puntos.

Doce años después, tras el estallido de la burbuja puntocom y la crisis financiera de 2008, apenas habría recuperado su inversión. En esos casos, invertir todo de una vez puede generar largos periodos de frustración. Es aquí donde entra la estrategia del Dollar Cost Averaging (DCA), o inversión periódica. Esta técnica consiste en fraccionar la inversión en aportaciones regulares, por ejemplo, $500 mensuales durante varios años. Así, en lugar de depender del valor de mercado en un solo punto temporal, el inversor va promediando su precio de entrada, comprando más cuando el mercado cae y menos cuando sube.

Es una estrategia particularmente útil en mercados volátiles o laterales. El ejemplo del inversor entre 2000 y 2012 lo ilustra bien: mientras que el lump sum apenas rindió un 0.1% anual, quien adoptó la estrategia del DCA habría obtenido una rentabilidad media del 2% anual. Nada espectacular, pero sí una diferencia sustancial cuando se trata de preservar y hacer crecer un patrimonio.

Además, el DCA tiene otra gran virtud: se ajusta a la realidad de la mayoría. Porque la verdad es que casi nadie dispone de grandes sumas para invertir de golpe. Lo común es ahorrar mes a mes, con lo cual la inversión periódica no es solo una estrategia prudente, sino también una consecuencia natural de cómo generamos ahorro. En mi experiencia, lo más importante no es acertar con el momento perfecto para entrar en el mercado. Lo fundamental es estar en el mercado.

Es decir, mantenerse invertido, dejar que el tiempo y el interés compuesto hagan su trabajo. Ya sea con una gran inversión inicial o con pequeñas aportaciones regulares, lo esencial es comenzar. Para facilitar este proceso, existen herramientas como los planes de inversión recurrentes, que permiten automatizar estas aportaciones mensuales sin comisiones ni importes mínimos.

Plataformas como Trade Republic han democratizado el acceso a este tipo de estrategias, haciendo posible que cualquier persona, sin grandes conocimientos financieros, pueda construir su propio plan de inversión con facilidad. En definitiva, cuando me preguntan si ahora es buen momento para invertir, mi respuesta es siempre la misma: el mejor momento fue ayer, y el segundo mejor es hoy.

Porque quedarse fuera esperando una señal infalible es renunciar al beneficio más valioso de todos: el tiempo. Empezar a invertir, incluso con pequeñas cantidades, es una decisión que nos pone en marcha, que nos aleja del miedo y nos acerca a nuestros objetivos financieros.

En el próximo paso de este camino, exploraremos qué instrumentos financieros nos permiten materializar esta estrategia: fondos indexados, ETFs, acciones, bonos… Todos ellos herramientas al servicio de un mismo propósito: hacer que nuestro dinero trabaje por nosotros. Pero antes de elegir el vehículo, recordemos la esencia del viaje: invertir es, sobre todo, una decisión de compromiso con nuestro futuro.