Elon Musk se despide de la administración Trump sin sorpresas ni rencores

He seguido de cerca la salida de Elon Musk de la administración Trump, y he constatado que, lejos de la polémica que algunos titulares han intentado agitar, se trata de una transición natural y esperada.

ACTUALIDAD MERCADOS

PEDRO BUENO

6/5/20253 min read

Desde el principio, Musk se había comprometido a liderar un esfuerzo temporal para impulsar la eficiencia gubernamental, y ahora que su plazo ha concluido, se retira para continuar con sus múltiples responsabilidades empresariales. Lo que algunos interpretan como una ruptura dramática, en realidad es la culminación de un periodo pactado, que deja tras de sí importantes resultados y un legado que continúa.

Recordemos que el propio presidente Trump se refirió a Musk con admiración y respeto en varias ocasiones.

Sus palabras fueron claras: “He’s amazing, but he’s got company to run... He loves the country. He didn’t need to do this. He did it. And I told him, ‘whenever you’re ready, I’d like to keep him for a long time.’” No se perciben tensiones, sino el reconocimiento de que la contribución de Musk era, por su propia naturaleza, finita. El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DO, por sus siglas en inglés), que Musk ayudó a poner en marcha, ha logrado un ahorro de más de 480,000 millones de dólares en gasto superfluo y fraude. Además, las estimaciones de ahorro futuro superan los 100,000 millones de dólares, alcanzando potencialmente los 200,000 millones en 2026. Estas cifras no son menores, y contradicen la narrativa de quienes sugieren que la marcha de Musk supone un retroceso en la lucha contra el despilfarro público.

Muy al contrario, lo que deja tras de sí es una maquinaria en funcionamiento, ahora integrada en las Secretarías de Estado, que sigue adelante con su cometido. Por supuesto, no podemos ignorar que Musk expresó cierta decepción en relación con el llamado “Big Beautiful Bill”, ese gran proyecto republicano que pretende consolidar las finanzas públicas. Musk comentó que “todo lo que se ha logrado con el DO podría verse barrido en el primer año” debido a la falta de ambición en la reducción de déficit. Entiendo su frustración: es legítima y, de hecho, valiosa. Musk no se va por desacuerdos personales, sino porque, como cualquier buen gestor, aspiraba a recortes más agresivos y sostenibles.

Su desencanto no es con Trump, sino con la lentitud de un Congreso que, por naturaleza, tiende a la complacencia. La crítica de Musk a la falta de efectos positivos en la recaudación es comprensible. Sin embargo, los datos muestran que la rebaja fiscal de Trump generó ingresos récord entre 2017 y 2021, y que incluso la administración Biden, al mantenerlas, vio cómo aumentaban los ingresos. Por eso, la decepción de Musk no puede interpretarse como una ruptura absoluta con el equipo de gobierno. Más bien, refleja un espíritu de exigencia que debería inspirar a todos los países que enfrentan crisis de deuda, desde Japón hasta Francia. La Oficina Presupuestaria del Congreso estimaba que, sin reformas como las del DO, la deuda de Estados Unidos se incrementaría en 14 billones de dólares en la próxima década. Con las medidas implantadas, el déficit se ha contenido en un 92% menos de lo previsto, aunque sigue siendo motivo de preocupación.

La labor de Elon Musk ha contribuido a ese logro, y su salida no implica que el proyecto se detenga: las Secretarías de Estado continúan la tarea, conscientes de que aún hay mucho por hacer. Para mí, lo más destacable de esta historia es que el episodio no es el fruto de una disputa personal, sino de una discrepancia técnica sobre la velocidad y la profundidad de los recortes. Musk, hombre de acción, querría ver resultados más contundentes.

Pero el sistema político estadounidense, como todos los sistemas democráticos, avanza a un ritmo más lento. La realidad es que el presidente Trump reconoce la inteligencia y la eficacia de Musk, y que la colaboración ha sido provechosa para ambos. En suma, no hay ruptura ni enfrentamiento. Hay, sí, una exigencia legítima de responsabilidad fiscal y un compromiso patriótico que Musk ha encarnado durante el tiempo que estuvo al frente del DO. La narrativa de un supuesto enfrentamiento es, sencillamente, una tergiversación mediática. Lo que ha ocurrido es mucho más simple y, a la vez, más inspirador: un empresario visionario ha servido a su país durante un periodo determinado, y ahora regresa a sus empresas, dejando tras de sí una estructura gubernamental más eficiente.

Por mi parte, creo que esto debería servirnos de lección: la gestión pública no puede permitirse lujos innecesarios ni derroches. Elon Musk lo ha demostrado con hechos y resultados, y aunque se marche con cierta decepción, lo hace con la satisfacción de haber puesto en marcha un cambio necesario. Que no nos engañen los titulares: la historia es mucho más rica y compleja, y sigue escribiéndose. económicas?