El resurgir del oro: por qué los bancos centrales están abandonando la deuda de los países desarrollados
En los últimos años, he observado un fenómeno que está reconfigurando silenciosamente las bases del sistema financiero global: el creciente desapego de los bancos centrales hacia la deuda soberana de los países desarrollados y el paralelo auge del oro como activo de reserva. Lo que antes era considerado un pilar intocable de estabilidad —los bonos de Estados Unidos, Japón, Alemania o Reino Unido—, hoy empieza a ser cuestionado desde dentro del propio sistema monetario internacional.
ACTUALIDAD MERCADOS
DANIEL GIL
6/10/20252 min read


Este giro no es anecdótico ni temporal. Las cifras hablan por sí solas. China, por ejemplo, ha intensificado notablemente su compra de oro, desmarcándose de la acumulación de bonos del Tesoro estadounidense. Y no está sola. Brasil, Arabia Saudí y otros países emergentes han seguido la misma senda. ¿La razón? Cada vez son más los que desconfían de la capacidad de los estados desarrollados para mantener la solvencia de sus finanzas públicas.
La narrativa dominante solía centrarse en la deuda de EE. UU., pero lo cierto es que el fenómeno es más amplio y afecta al conjunto del mundo desarrollado. Los bancos centrales están empezando a asumir algo que los inversores privados ya venían intuyendo: los bonos soberanos ya no son el refugio seguro que fueron durante décadas. En los últimos tres años, activos como los del Banco de Japón o el Banco Central Europeo han registrado pérdidas significativas, principalmente por la caída del valor de sus bonos. La inflación persistente, unida al descontrol fiscal y al crecimiento sin freno de la masa monetaria, ha deteriorado la rentabilidad y la confianza en estos instrumentos. El oro, en cambio, ofrece tres características que hoy se valoran como nunca: solvencia, liquidez y conservación de valor. Mientras las divisas se diluyen con políticas monetarias expansivas, el oro mantiene su fortaleza. No es casual que, según datos recientes, el récord de expansión monetaria global alcanzado en septiembre de 2024 ya haya sido superado.
Los gobiernos siguen imprimiendo dinero como respuesta a crisis que ya no son excepcionales, sino recurrentes. Esto ha acelerado el éxodo de los bancos centrales hacia activos reales y finitos. Además, conviene desmontar ciertos mitos. Uno de los más persistentes es la supuesta capacidad de China para hundir a Estados Unidos vendiendo sus bonos. Es una idea más política que financiera. Hoy por hoy, el principal tenedor extranjero de deuda estadounidense es Japón, seguido del Reino Unido.
China ocupa una posición más lejana, y además, gran parte de esa deuda está en manos domésticas: fondos de pensiones, instituciones financieras y la propia Reserva Federal. El "botón nuclear" chino es, en realidad, un mito geopolítico. Más allá de EE. UU., los modelos de gasto masivo en países como Francia, Japón o el Reino Unido también están mostrando signos de agotamiento. Sus bancos centrales han sostenido artificialmente los mercados de deuda, pero la confianza de los inversores privados se erosiona.
El exceso de intervención estatal, lejos de estabilizar, ha alimentado la desconfianza. La deuda pública ya no se percibe como un activo neutral, sino como un instrumento cada vez más politizado. ¿Qué podemos concluir de todo esto? Que estamos asistiendo a un cambio de paradigma. Los bancos centrales están dejando de ver la deuda soberana como el "activo libre de riesgo" por excelencia.
En su lugar, redescubren el oro, no por nostalgia, sino por necesidad. Porque, en tiempos de incertidumbre estructural, lo tangible vuelve a ganar peso frente a lo financiero. Y como ciudadano, este fenómeno me deja una reflexión inquietante: si los que están en el corazón del sistema monetario internacional ya no confían en las promesas de pago de los países más ricos del mundo, ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros? Tal vez sea hora de replantearnos nuestra fe ciega en ciertos activos y volver a mirar con otros ojos aquello que, durante milenios, ha sido sinónimo de estabilidad: el oro.
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