¿El ocaso del dólar? La desdolarización y el nuevo mapa monetario global
Durante décadas, el dólar estadounidense ha sido mucho más que una moneda: ha sido la piedra angular del sistema financiero internacional. Su hegemonía no solo se ha expresado en su condición de divisa de reserva global, sino también como referencia en el comercio internacional, la deuda soberana y los precios de las materias primas.
ACTUALIDAD MERCADOS
JOSÉ LUÍS CARVAJAL
5/20/20252 min read


Sin embargo, algo está cambiando. De forma discreta, pero constante, el dólar está dejando de ser el eje absoluto del juego. Lo constato cada vez con más frecuencia en informes financieros, declaraciones diplomáticas o nuevas alianzas comerciales.
Países como China, Rusia, India, Brasil y varias economías del sudeste asiático han intensificado en los últimos años los acuerdos bilaterales para comerciar en monedas locales. No se trata de una novedad en sí —la llamada “desdolarización” es una tendencia que lleva años gestándose—, pero la guerra en Ucrania y las sanciones occidentales contra Rusia han actuado como catalizadores. Se ha hecho evidente un riesgo real: si tus reservas internacionales pueden ser congeladas por razones políticas, tenerlas en dólares ya no es garantía de seguridad. A este factor geopolítico se suma el ruido interno de la política estadounidense. Las amenazas a la independencia de la Reserva Federal, los vaivenes de una política comercial errática y la creciente instrumentalización del dólar como herramienta de presión diplomática están minando la confianza global en la divisa norteamericana.
Cuando un activo que debería ser neutral y estable se percibe como un arma, su atractivo como refugio cae en picado. La tecnología también está empujando este giro. Sistemas de pagos alternativos al SWIFT —como el CIPS chino o iniciativas regionales de integración financiera— están cobrando fuerza. Lo que antes era impensable, hoy empieza a ser una posibilidad tangible: comerciar sin depender del dólar. Este cambio estructural tiene implicaciones profundas. Una menor demanda global de deuda estadounidense podría encarecer su financiación.
Al mismo tiempo, los mercados de divisas podrían volverse más volátiles y fragmentarse en bloques monetarios regionales. Ya lo estamos viendo: los bancos centrales están reduciendo su exposición al dólar en sus reservas y diversificando hacia otras monedas y activos, incluidos el euro, el yuan e incluso el oro. No significa, por ahora, que estemos ante el fin inminente del reinado del dólar. Su posición dominante sigue siendo fuerte, anclada en la confianza institucional de Estados Unidos y en la inercia de un sistema que ha girado a su alrededor durante más de medio siglo. Pero su hegemonía ya no es indiscutible.
Ha comenzado una transición hacia un orden monetario más plural, más distribuido, más acorde con un mundo multipolar. Los próximos años marcarán el ritmo de esta transformación. La pregunta ya no es si habrá un reequilibrio, sino cuán profundo y veloz será. Lo que está claro es que el mapa financiero global ya no volverá a ser el mismo. Y el dólar, símbolo supremo de un poder sin rival, tendrá que aprender a compartir el escenario.
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