El desplome del dólar: cuando el mundo empieza a dudar del rey de las monedas
Desde hace años observo con atención los movimientos del dólar, no solo por su relevancia como divisa de referencia global, sino porque actúa como termómetro del pulso financiero mundial. Sin embargo, lo que presenciamos recientemente va más allá de una simple fluctuación monetaria: estamos frente a una crisis de confianza que amenaza con debilitar la hegemonía del dólar en el sistema económico internacional.
ACTUALIDAD MERCADOS
RAMON GARCIA
4/16/20253 min read


Desde hace años observo con atención los movimientos del dólar, no solo por su relevancia como divisa de referencia global, sino porque actúa como termómetro del pulso financiero mundial. Sin embargo, lo que presenciamos recientemente va más allá de una simple fluctuación monetaria: estamos frente a una crisis de confianza que amenaza con debilitar la hegemonía del dólar en el sistema económico internacional.
Todo comenzó con un fenómeno aparentemente técnico: la caída sostenida de los precios de los bonos del Tesoro estadounidense. A primera vista, podría parecer una reacción normal de los mercados a la evolución de los tipos de interés. Pero en realidad, esa caída ha desatado una oleada de incertidumbre sobre la solidez de uno de los pilares del sistema financiero global. El Tesoro, considerado durante décadas como el activo más seguro del planeta, ha perdido parte de su brillo. Y cuando el refugio comienza a tambalearse, el mundo entero toma nota. He seguido con detalle el impacto de esta situación en los mercados de deuda.
El rendimiento del bono a diez años superó el 4,3%, un nivel que no se veía desde los años previos a la gran crisis financiera. Y lo más inquietante no fue solo el repunte del rendimiento, sino la volatilidad que lo acompañó: subidas y bajadas bruscas que revelan el nerviosismo de los inversores. La referencia clave —el “yield”— se ha vuelto impredecible. Incluso en jornadas recientes, vi cómo el bono caía más de un 2% en horas, algo impensable en activos de esta naturaleza. Este colapso en la deuda soberana de EE. UU. ha estado acompañado por una depreciación del dólar frente a otras divisas clave. Llegó a pagarse a tan solo 1,20 dólares por euro, lo cual marca un punto de inflexión. Como observador de la economía internacional, sé bien que cuando el dólar se debilita, no solo se encarece la deuda estadounidense, sino que se activan cuestionamientos más profundos sobre su papel como divisa de reserva.
Hay motivos estructurales detrás de esta pérdida de confianza. Por un lado, la errática política fiscal y comercial del gobierno de Donald Trump generó una creciente percepción de riesgo. Los aranceles, la retirada de acuerdos internacionales y el uso del dólar como arma diplomática alteraron los equilibrios tradicionales. Por otro lado, el deterioro fiscal —con un déficit público creciente y sin visos de corrección— ha encendido todas las alarmas.
Los inversores se preguntan si Estados Unidos seguirá siendo capaz de financiar su deuda sin provocar turbulencias globales. He escuchado opiniones contundentes de figuras clave del pensamiento económico, quienes advierten que la pérdida de credibilidad de EE. UU. puede tener consecuencias sistémicas. Una frase que me impactó especialmente fue la de un reputado ex secretario del Tesoro que aseguró: “Nos están tratando como a un país emergente problemático”. No se refería solo a los vaivenes del mercado, sino a la sensación de que el poder económico norteamericano está dejando de ser previsible, un valor fundamental en el mundo de las finanzas. A todo esto se suma la creciente competencia de otras monedas y sistemas de pago.
China, por ejemplo, ha intensificado sus esfuerzos para internacionalizar el yuan, mientras que bloques como los BRICS exploran mecanismos alternativos de intercambio que no dependan del dólar. Desde mi perspectiva, no se trata de una sustitución inmediata, pero sí de un cuestionamiento sin precedentes al liderazgo del billete verde. La pregunta que me hago —y que comparten muchos analistas internacionales— es si el dólar podrá mantener su rol dominante en un mundo cada vez más multipolar.
La fortaleza de una divisa no depende solo de su economía subyacente, sino de la confianza que genera en su estabilidad, en su gestión política y en su sistema jurídico. Y en todos estos frentes, Estados Unidos ha empezado a mostrar grietas. Mientras tanto, los inversores internacionales buscan nuevas estrategias. Algunos se refugian en el oro, otros en monedas como el franco suizo o el yen japonés. Lo que está claro es que la era de la supremacía incuestionable del dólar podría estar llegando a su fin. Y yo, como cronista financiero, seguiré observando con atención, porque cuando el eje del sistema monetario global comienza a desplazarse, las consecuencias son profundas y duraderas. El mundo está cambiando, y quizás también lo haga su moneda de referencia.
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