El bienestar desigual: una creciente amenaza para la estabilidad social

La creciente brecha en la distribución de la riqueza se ha convertido en una de las preocupaciones más urgentes de nuestra sociedad. Hoy, más que nunca, el acceso a la riqueza heredada juega un papel determinante en la posición económica de las personas, superando incluso la relevancia del propio trabajo. El fenómeno de la desigualdad de riqueza es más complejo de medir que la desigualdad de ingresos, pues se esconde tras estructuras patrimoniales opacas y mecanismos financieros difíciles de rastrear.

ACTUALIDAD MERCADOS

EMMA TUCKER

3/17/20252 min read

La creciente brecha en la distribución de la riqueza se ha convertido en una de las preocupaciones más urgentes de nuestra sociedad. Hoy, más que nunca, el acceso a la riqueza heredada juega un papel determinante en la posición económica de las personas, superando incluso la relevancia del propio trabajo. El fenómeno de la desigualdad de riqueza es más complejo de medir que la desigualdad de ingresos, pues se esconde tras estructuras patrimoniales opacas y mecanismos financieros difíciles de rastrear.

Sin embargo, la digitalización de los mercados nos ofrece ahora datos en tiempo real que revelan una creciente concentración del capital. Mientras algunos logran acumular riqueza generación tras generación, otros encuentran cada vez más barreras para acceder a una vida digna. Las crisis económicas han acentuado estas diferencias. Los propietarios de activos físicos, como inmuebles y tierras, han salido relativamente indemnes en comparación con aquellos que dependen del crédito financiero. La última crisis de la vivienda, por ejemplo, no solo revalorizó los patrimonios de quienes ya eran propietarios, sino que también dejó fuera del mercado a quienes no contaban con una base de capital previa.

Un fenómeno similar ocurre con las pensiones: los jubilados con planes contributivos sólidos tienen un futuro más estable, mientras que quienes dependen del sistema público ven cómo sus ingresos se reducen con el tiempo. Uno de los factores clave en esta disparidad es la diferencia en el tratamiento fiscal de las rentas del capital frente a las rentas del trabajo. En muchos casos, las ganancias derivadas de inversiones tributan menos que los salarios, lo que incentiva aún más la concentración de la riqueza en manos de quienes ya tienen acceso a esos recursos. Además, la globalización ha facilitado la movilidad de estos capitales, permitiendo que los grandes patrimonios se resguarden en jurisdicciones favorables a sus intereses. La estructura familiar también juega un papel crucial en esta dinámica. Tener pocos hijos y contar con padres acaudalados ofrece una ventaja significativa.

El acceso a una educación de calidad, la posibilidad de recibir apoyo financiero para la compra de vivienda y la acumulación de bienes a lo largo de generaciones generan una élite económica difícil de penetrar para quienes no nacen dentro de ella. Así, la desigualdad se perpetúa y se amplifica con el tiempo. Ante este panorama, resulta evidente que el capitalismo enfrenta una crisis de legitimidad. Sin una imposición equitativa a la riqueza y una revisión de los impuestos a sucesiones, la brecha entre ricos y pobres seguirá aumentando, poniendo en riesgo la estabilidad social y económica. La solución no pasa solo por redistribuir ingresos, sino por garantizar que las oportunidades no estén condicionadas por el origen familiar. De lo contrario, nos encaminamos hacia una sociedad donde el mérito personal cede ante la herencia, consolidando un bienestar cada vez más desigual.