El arsenal de la Reserva Federal: cómo interviene para estabilizar la economía

Desde mi perspectiva como observador atento de la política monetaria estadounidense, resulta fascinante analizar la capacidad de intervención que posee la Reserva Federal (Fed) en momentos de turbulencia económica. A lo largo de los últimos años —y particularmente en crisis como la provocada por la pandemia o el colapso de Lehman Brothers— hemos visto cómo esta institución despliega una batería de herramientas, tan complejas como eficaces, destinadas a sostener la economía y calmar los mercados financieros.

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EMILIANO GÓMEZ

4/17/20253 min read

Hoy quiero compartir un recorrido detallado por estas herramientas, que no solo son técnicas, sino estratégicamente calibradas según el contexto.

1. La rebaja de tipos de interés: el disparo inicial

La reducción del tipo de interés es, sin duda, el mecanismo más directo que tiene la Fed para estimular la economía. Al rebajar el precio del dinero, se abaratan los créditos para empresas y hogares, lo que incentiva el consumo y la inversión. Durante momentos críticos, como el estallido de la crisis sanitaria mundial, la institución no dudó en aplicar recortes agresivos para contrarrestar el frenazo económico. Actualmente, a pesar de que la inflación sigue situándose por encima del objetivo del 2%, esta herramienta vuelve a estar sobre la mesa. Y es que, cuando el crecimiento flaquea o los mercados se tambalean, una bajada de tipos puede ser el primer paso hacia una reactivación.

2. La gestión del balance: de la austeridad al estímulo

Otra herramienta fundamental es la gestión del balance de activos. En los últimos tiempos, la Fed ha estado reduciendo su balance mediante lo que se conoce como quantitative tightening (QT), permitiendo que los bonos en su poder venzan sin ser renovados. Sin embargo, recientemente ha optado por ralentizar este proceso: de dejar vencer 25.000 millones de dólares en bonos al mes, ha pasado a solo 5.000 millones. Además, no se descarta que vuelva a poner en marcha un programa de compra masiva de deuda —lo que se conoce como quantitative easing (QE)— como ya ocurrió durante la pandemia, cuando se lanzaron compras por valor de 700.000 millones de dólares. Esta medida tiene un efecto directo en la bajada de las rentabilidades exigidas en los mercados, facilitando así la financiación de empresas y gobiernos.

3. Apoyo a la banca: el escudo de la liquidez

En tiempos de estrés financiero, la Fed actúa como prestamista de última instancia. Para ello, dispone de programas específicos de liquidez dirigidos al sistema bancario. Instrumentos como el Commercial Paper Funding Facility, el Primary Dealer Credit Facility o el Money Market Mutual Fund Liquidity Facility se activan para evitar crisis de confianza o retiradas masivas de depósitos. Un ejemplo reciente fue en 2023, tras la quiebra del Silicon Valley Bank, cuando se lanzó un nuevo programa de financiación a plazo para garantizar la estabilidad bancaria. Además, se ha debatido la posibilidad de flexibilizar temporalmente las normas de capital bancario para permitir una mayor absorción de deuda pública, lo que podría ayudar a reducir tensiones en el mercado.

4. La palabra como herramienta: la orientación futura

En el mundo financiero, lo que se dice —y cómo se dice— puede ser tan potente como una medida concreta. Las declaraciones de miembros de la Fed, como Susan Collins o Neel Kashkari, son seguidas con lupa por analistas e inversores. A través de la forward guidance, la institución orienta al mercado sobre sus intenciones futuras respecto a los tipos de interés, la inflación o el crecimiento. Esta comunicación estratégica permite alinear las expectativas del mercado con los objetivos de política monetaria, evitando sorpresas y suavizando posibles reacciones negativas. En un entorno tan sensible como el actual, cada palabra cuenta.

5. Intervenciones directas: cuando se disparan los diferenciales

En situaciones extremas, cuando los diferenciales entre la deuda corporativa y los bonos del Tesoro se amplían de forma significativa —señal de que el riesgo percibido por los inversores está aumentando peligrosamente—, la Fed puede optar por intervenir directamente en esos mercados. Lo hizo, por ejemplo, comprando bonos corporativos durante la pandemia para evitar un colapso en la financiación empresarial. Este tipo de actuación, que podríamos calificar de excepcional, se reserva para momentos en los que la confianza del mercado está gravemente dañada, y puede marcar la diferencia entre una recesión breve o una depresión prolongada.

Conclusión: una caja de herramientas flexible y poderosa

Lo que me queda claro tras analizar todas estas palancas es que la Reserva Federal dispone de un arsenal amplio, sofisticado y adaptable. Desde el ajuste de tipos de interés hasta programas de compras de activos, pasando por la comunicación estratégica o las medidas de emergencia para el sistema bancario, la Fed puede activar múltiples resortes según lo exija el momento. Sin embargo, cada decisión implica un delicado equilibrio entre estimular la economía y no avivar la inflación. En ese juego de tensiones y equilibrios, la Fed actúa no solo como autoridad monetaria, sino como ancla de la confianza en el sistema financiero global. El futuro inmediato dependerá de cómo evolucione el binomio inflación-empleo y de cuán efectivas resulten estas herramientas en mantener la estabilidad sin sacrificar el crecimiento. Desde luego, no se trata de una tarea sencilla. Pero en este tablero de ajedrez económico, la Reserva Federal tiene todavía muchas piezas por mover.