De enemigos a aliados: Europa entre Estados Unidos y China
Observar los últimos movimientos diplomáticos de Europa me hace reflexionar profundamente sobre el momento de cambio que estamos viviendo. Las relaciones internacionales ya no son las de hace apenas una década.
ACTUALIDAD MERCADOS
ALEJANDRO ESTEBAN
5/2/20252 min read


Hoy, la geopolítica nos obliga a elegir con más claridad nuestros aliados, y Europa, inevitablemente, se encuentra en el centro de esta encrucijada. Las empresas españolas que se atreven a competir en el mercado internacional saben muy bien a qué me refiero. La política exterior de los gobiernos progresistas, más allá de sus buenas intenciones, no siempre ayuda. Al contrario, en ocasiones supone un serio obstáculo.
Hace poco hemos visto cómo decisiones como la de reconocer oficialmente el Estado de Palestina han tensado las relaciones comerciales con algunos países estratégicos. Mientras tanto, Pedro Sánchez es percibido en ciertos foros como uno de los dirigentes europeos más alejados de la línea de Washington. Su actitud ha reforzado la idea de que España, en su política internacional, busca alternativas y, en ese camino, no puede ignorar el peso creciente de China. Al analizar este escenario, no puedo dejar de pensar que estamos asistiendo a un cambio de paradigma. La tradicional hegemonía estadounidense se debilita, mientras el gigante asiático, con su mezcla de pragmatismo económico y creciente influencia política, se perfila como una alternativa cada vez más sólida. Muchos en Estados Unidos lo saben y lo temen. La llamada "guerra de aranceles" que probablemente veremos si Donald Trump regresa al poder no será más que un intento de frenar lo inevitable: el ascenso de China.
En ese contexto, Europa tendrá que decidir: o refuerza su dependencia del escudo militar norteamericano o avanza hacia una autonomía real, algo que, sinceramente, no veo factible antes de 2035. Hoy por hoy, la mayoría de las fuerzas destacadas de Estados Unidos en el continente europeo —más de 80.000 soldados— siguen siendo fundamentales, no solo para nuestra defensa, sino también por su capacidad de actuar coordinadamente bajo un único mando.
La elección que se nos presenta no es sencilla. Si optamos por reforzar nuestro propio modelo de bienestar y autonomía, deberemos asumir el coste de invertir más en defensa, lo que exigirá decisiones políticas difíciles y probablemente impopulares. Si preferimos seguir bajo el paraguas estadounidense, deberemos aceptar también sus condiciones, que no siempre coinciden con nuestros intereses estratégicos. Personalmente, creo que Europa no puede permitirse seguir viviendo en una ilusión de neutralidad o autonomía sin compromisos reales.
El mundo ha cambiado y seguirá cambiando a un ritmo acelerado. Nuestra capacidad de adaptación, unidad y estrategia será clave si no queremos quedar relegados a un papel secundario en el nuevo orden internacional. Sánchez, y en general nuestros líderes, harían bien en recordar una vieja máxima: "el amigo de mi enemigo es mi enemigo".
Estados Unidos no olvida fácilmente, y la historia reciente nos enseña que las decisiones simbólicas, como negarse a ciertos gestos de respeto diplomático, pueden tener consecuencias duraderas. Hoy más que nunca, los equilibrios de poder exigen claridad, inteligencia y visión de futuro. Y en este nuevo tablero, donde el eje se desplaza cada vez más hacia Asia, Europa tendrá que decidir de qué lado quiere estar.
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