Crónica desde el abismo económico: el 60% de probabilidad de recesión en EE.UU. y el nerviosismo global

Por primera vez en muchos años, observo con una mezcla de inquietud y asombro cómo la economía de Estados Unidos, faro del sistema financiero global, se acerca peligrosamente a su recesión número 48. Las señales no dejan espacio a la interpretación optimista: los analistas de las principales instituciones financieras del mundo sitúan la probabilidad de recesión en un 60%. Un porcentaje que hace apenas unos meses era del 40%, según estimaciones de JP Morgan, el mayor banco del país. La advertencia es clara: la desaceleración ya no es una posibilidad remota, sino una amenaza tangible. La sucesión de advertencias no es menor. Los nombres más poderosos de Wall Street –JP Morgan, Citi, S&P, Goldman Sachs, Barclays, Bank of America, UBS y Deutsche Bank– se han alineado en una rara coincidencia: todos apuntan a un escenario cada vez más pesimista. La batería de datos, proyecciones y advertencias lanzadas desde estas entidades construye una narrativa inquietante. Algunos, como S&P y Goldman Sachs, han incrementado sus estimaciones de recesión desde un rango del 20%-30% hasta el 35%. HSBC, por su parte, habla ya de un 40%. Y es que las condiciones se están deteriorando a una velocidad inusitada.

ACTUALIDAD MERCADOS

EMMA TUCKER

4/8/20253 min read

Por primera vez en muchos años, observo con una mezcla de inquietud y asombro cómo la economía de Estados Unidos, faro del sistema financiero global, se acerca peligrosamente a su recesión número 48. Las señales no dejan espacio a la interpretación optimista: los analistas de las principales instituciones financieras del mundo sitúan la probabilidad de recesión en un 60%. Un porcentaje que hace apenas unos meses era del 40%, según estimaciones de JP Morgan, el mayor banco del país. La advertencia es clara: la desaceleración ya no es una posibilidad remota, sino una amenaza tangible. La sucesión de advertencias no es menor. Los nombres más poderosos de Wall Street –JP Morgan, Citi, S&P, Goldman Sachs, Barclays, Bank of America, UBS y Deutsche Bank– se han alineado en una rara coincidencia: todos apuntan a un escenario cada vez más pesimista. La batería de datos, proyecciones y advertencias lanzadas desde estas entidades construye una narrativa inquietante. Algunos, como S&P y Goldman Sachs, han incrementado sus estimaciones de recesión desde un rango del 20%-30% hasta el 35%. HSBC, por su parte, habla ya de un 40%. Y es que las condiciones se están deteriorando a una velocidad inusitada.

El origen de este viraje abrupto hacia la pesadumbre radica en buena parte en las nuevas políticas arancelarias impulsadas por el gobierno del presidente número 47 de la nación. La imposición de peajes comerciales ha elevado la tensión global, generando distorsiones en los flujos económicos que podrían terminar por frenar el crecimiento de la primera potencia mundial. De hecho, la Reserva Federal de Atlanta fue la primera institución en encender las alarmas: ya en febrero anticipó una contracción del PIB estadounidense del 2,8% en el primer trimestre. Por aquel entonces, esa previsión fue vista como exagerada; hoy, se contempla como realista. JP Morgan, que en su último análisis sitúa la recesión como inminente, prevé que el PIB se contraiga un 0,3% en el último trimestre de este año, frente a una expansión del 1,3% en el mismo periodo del ejercicio anterior. El banco ha ido más allá al afirmar que esta recesión podría elevar el desempleo al 5,3%, lo que supondría un duro golpe para el consumo interno, motor esencial de la economía estadounidense.

Los riesgos, sin embargo, no se limitan a las cifras. La verdadera amenaza radica en lo que los expertos han definido como “disrupciones en las políticas internas”, una expresión que engloba desde las fricciones comerciales hasta la inestabilidad legislativa. A esto se suma el impacto de una inflación persistente, alimentada por los aranceles, que según Jay Powell, presidente de la Reserva Federal, traerán “más inflación y menos crecimiento”. La combinación de ambos elementos –precios en alza y desaceleración del PIB– forma el temido cóctel de la estanflación. No es la primera vez que el país se enfrenta a esta encrucijada. Desde 1790, Estados Unidos ha vivido 47 recesiones. Esta sería la número 48. Pero lo que cambia ahora es la velocidad con la que el deterioro se está produciendo y la incertidumbre que lo rodea. Según Citi, “la incertidumbre en torno a las perspectivas económicas de Estados Unidos está en su punto más alto desde la irrupción de la covid”.

Y añade un dato clave: “Una economía desarrollada moderna nunca ha aumentado los aranceles de manera tan significativa o rápida”. Larry Summers, exsecretario del Tesoro, advirtió recientemente que la probabilidad de recesión ya rozaba el 50%. Hoy, la mayoría de los analistas creen que esa cifra se ha quedado corta. Las consecuencias de una recesión en Estados Unidos no se limitan a sus fronteras. Los mercados globales ya sienten el temblor. En cada decisión de inversión, en cada movimiento del mercado de divisas o materias primas, se percibe el eco de una economía al borde del abismo. Asisto a este momento con la conciencia de que estamos ante una coyuntura histórica. Lo que ocurra en los próximos meses definirá no solo el rumbo económico de Estados Unidos, sino también el equilibrio financiero global. Y si bien aún no se ha cruzado el umbral definitivo de la recesión, cada indicador, cada dato, cada declaración apunta en esa dirección. La tormenta no ha estallado aún, pero ya se escuchan los truenos. Y esta vez, el pronóstico no deja lugar a dudas.