Claves semanales del 7 al 11 de julio de 2025

Desde mi escritorio en Madrid, observo cómo los mercados globales y los titulares económicos confluyen en un punto de inflexión que podría marcar el ritmo no solo de este verano, sino de gran parte del ciclo económico 2025-2026.

ACTUALIDAD MERCADOS

ALEX SEGURA

7/7/20253 min read

Una semana decisiva para la economía global: entre treguas arancelarias y narrativas de estabilidad

Desde mi escritorio en Madrid, observo cómo los mercados globales y los titulares económicos confluyen en un punto de inflexión que podría marcar el ritmo no solo de este verano, sino de gran parte del ciclo económico 2025-2026.

Lo que a primera vista podría parecer una semana de transición sin grandes referencias macroeconómicas, se revela en realidad como un momento de enorme carga simbólica y política. En efecto, los factores geopolíticos, comerciales y fiscales han cobrado un protagonismo inesperado y potencialmente disruptivo. Uno de los focos más candentes ha sido Estados Unidos, donde la aprobación del ambicioso paquete fiscal —popularmente bautizado como el “One Big Beautiful Bill”— ha supuesto un giro estratégico con implicaciones profundas. Su implementación promete un impulso económico inmediato mediante rebajas fiscales, pero conlleva una consolidación presupuestaria diferida que podría comprometer la estabilidad fiscal en la próxima década.

Desde la perspectiva macroeconómica, se proyecta una expansión moderada del PIB acompañada de un aumento más agresivo del déficit, especialmente a partir de 2026. En paralelo, el mercado laboral estadounidense ofrece un retrato dual: por un lado, sorprende al alza la creación de empleo, con 147.000 nuevos puestos en junio; por otro, se desacelera el crecimiento de los ingresos laborales, lo que apunta a un enfriamiento del consumo. Este delicado equilibrio ha reforzado el tono prudente de la Reserva Federal, que evita decisiones apresuradas en materia de tipos mientras analiza los efectos de la nueva política arancelaria impulsada por la Casa Blanca. Y es precisamente aquí donde se concentra la atención mundial.

El 9 de julio expira la tregua arancelaria establecida en abril y la administración Trump se prepara para una ofensiva unilateral: notificaciones formales de aranceles que podrían alcanzar hasta el 70%, enviadas a socios comerciales que no han cerrado acuerdos bilaterales. Este paso no solo convierte la amenaza en acción, sino que reconfigura la arquitectura del comercio global hacia un modelo transaccional, desigual y fuertemente condicionado por la presión política estadounidense.

En Europa, esta amenaza ha tenido consecuencias tangibles. Las bolsas del continente cerraron a la baja, penalizadas por la combinación de una moneda fuerte, represalias comerciales por parte de China y una desaceleración persistente en los indicadores industriales. Alemania, en particular, encarna este escenario frágil: se espera que su producción industrial haya caído de nuevo en mayo, arrastrada por la debilidad de la demanda global y el impacto psicológico de la incertidumbre comercial.

El Reino Unido tampoco escapa al escrutinio. Las tensiones fiscales internas han forzado al gobierno a suavizar sus planes de reforma social, lo que ha reducido peligrosamente su margen presupuestario.

La reacción de los mercados ha sido inmediata: presión sobre la deuda soberana y temor a un giro fiscal más laxo. Aunque se espera una modesta recuperación del PIB en mayo, las dudas sobre la sostenibilidad económica persisten. Más allá de Occidente, China presenta un panorama mixto. La tregua arancelaria ha impulsado temporalmente sus exportaciones, pero los obstáculos estructurales —como la sobrecapacidad y la debilidad del consumo— siguen intactos.

Con una inflación que probablemente se mantendrá en territorio negativo y un mercado inmobiliario en declive, el gigante asiático parece atrapado en una trampa deflacionista que ni siquiera los estímulos puntuales logran revertir de forma sostenida. En los mercados financieros, el aparente optimismo de las bolsas estadounidenses contrasta con la sobrecompra técnica de los índices y unas valoraciones alejadas de sus medias históricas. Aunque la narrativa del “aterrizaje suave” predomina —crecimiento moderado, inflación contenida, bancos centrales pacientes—, cualquier sorpresa negativa, ya sea en los resultados empresariales o en el frente arancelario, podría desencadenar correcciones abruptas.

En renta fija, las rentabilidades de los bonos estadounidenses y alemanes repuntan, mientras que las primas de riesgo periféricas, como las de Italia y España, se reducen, beneficiadas por la menor percepción de riesgo global. Sin embargo, los riesgos estructurales en países como Francia o España siguen latentes. El oro, como refugio tradicional, se revaloriza ante la incertidumbre. Los metales industriales también ganan terreno, impulsados por expectativas de estímulo. El petróleo, en cambio, refleja dudas con un comportamiento errático, influido por la sobreoferta y las reuniones inminentes de la OPEP+. En definitiva, me encuentro frente a una encrucijada macroeconómica. Los mercados celebran la narrativa positiva, pero los fundamentos siguen siendo frágiles.

El regreso de la tensión arancelaria puede poner a prueba esa complacencia y redefinir el equilibrio económico global. En este entorno, la prudencia no es sinónimo de pesimismo, sino una estrategia necesaria para afrontar con flexibilidad y realismo los desafíos que se avecinan. La clave no está solo en anticipar los riesgos, sino en conservar la capacidad de reaccionar con agilidad cuando —inevitablemente— emerjan nuevas oportunidades en medio de la volatilidad.