Bonos, oro, yen y franco suizo: mi experiencia entre refugios financieros en tiempos de incertidumbre

He presenciado muchas tormentas en los mercados financieros, pero pocas han sido tan impredecibles y veloces como las originadas por la política comercial errática de la administración de Donald Trump. En apenas una semana, el sentimiento de los inversores pasó de la euforia a la debacle, empujado por el vaivén de las decisiones presidenciales respecto a los aranceles. Como analista y testigo directo de este contexto, me vi obligado a repensar en tiempo real la forma de proteger activos y capitales frente a una volatilidad tan agresiva.

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DANIEL GIL

4/17/20253 min read

He presenciado muchas tormentas en los mercados financieros, pero pocas han sido tan impredecibles y veloces como las originadas por la política comercial errática de la administración de Donald Trump. En apenas una semana, el sentimiento de los inversores pasó de la euforia a la debacle, empujado por el vaivén de las decisiones presidenciales respecto a los aranceles. Como analista y testigo directo de este contexto, me vi obligado a repensar en tiempo real la forma de proteger activos y capitales frente a una volatilidad tan agresiva.

Todo comenzó tras la efímera tregua de 90 días anunciada entre Estados Unidos y China. Lejos de calmar los ánimos, esta pausa dejó al inversor global atrapado en un terreno movedizo. El índice de volatilidad VIX, ese temido “termómetro del miedo” en Wall Street, saltó de 17,48 a 49,24 en solo dos semanas. Esta sacudida confirmó lo que ya intuíamos: el entorno macroeconómico y geopolítico seguiría marcado por la incertidumbre, y los mercados lo reflejarían de forma inmediata.

En ese clima, los tradicionales activos refugio cobraron protagonismo como pocas veces antes. Los bonos soberanos, especialmente los de Estados Unidos y Alemania, se posicionaron como los preferidos para quienes buscaban algo de estabilidad. A pesar de mostrar movimientos erráticos por las variaciones en las expectativas sobre las tasas de interés, su atractivo radica en esa cualidad casi instintiva de seguridad que brindan en tiempos convulsos. En el caso de la deuda a diez años de EE.UU., el rendimiento cayó por debajo del 4%, mientras que el italiano y el español rondaban el 3%.

A esta tendencia se sumó el oro, el viejo conocido de todos los que hemos estudiado ciclos de mercado. Su valor alcanzó nuevos máximos tras el anuncio de Trump sobre la reactivación de la guerra comercial. Aunque el metal precioso también ha tenido sesiones volátiles, su función como reserva de valor sigue vigente. He seguido con atención cómo fondos cotizados (ETF) especializados en oro captaron flujos crecientes de capital en busca de protección.

Pero hay otros activos que, aunque menos mediáticos, han mostrado ser igual de eficaces. Me refiero al yen japonés y al franco suizo. Ambos han brillado por su fortaleza en momentos de tensión, beneficiándose de su condición de monedas fuertes y su limitada exposición a los desequilibrios globales. Los analistas más avezados coincidimos en que estos dos valores seguirán siendo favoritos para quienes desean diversificar sin alejarse del resguardo que ofrecen las divisas estables.

En medio de este panorama, muchos inversores se han preguntado si es momento de volver a apostar por la renta variable. Mi respuesta, compartida por varios colegas, es que sí, pero con matices. No se trata de lanzarse de lleno a la Bolsa, sino de identificar sectores menos expuestos a las turbulencias comerciales, como infraestructuras o defensa.

Las compañías europeas con solidez en estos campos presentan perfiles resistentes y podrían beneficiarse de los cambios geopolíticos a medio plazo. A lo largo de estos meses convulsos, una máxima ha guiado mi análisis: en tiempos de crisis, más que adivinar el próximo movimiento del mercado, lo crucial es construir una estrategia que minimice los daños y preserve el valor del capital. Por eso, he insistido en que el mejor plan a largo plazo sigue siendo mantener la inversión de forma disciplinada, sin caer en el pánico ni dejarse arrastrar por titulares.

En definitiva, bonos, oro, yen y franco suizo no son solo activos financieros: son baluartes que la historia ha consagrado como refugios. Y en un mundo dominado por la incertidumbre política y los movimientos bruscos, son más necesarios que nunca. Elegirlos no es simplemente una táctica, es una declaración de principios: la de proteger el patrimonio con inteligencia y prudencia frente al ruido del momento.