Argentina frente a la inflación: ¿Milagro económico o manipulación estadística?
Durante las últimas semanas, he seguido con atención —y debo admitir, con creciente asombro— los datos de inflación que llegan desde Argentina. Después de años de crisis monetaria crónica, con niveles de inflación que resultaban incomprensibles incluso para los estándares latinoamericanos, el país parece estar viviendo una transformación radical bajo el gobierno de Javier Milei. Y los datos no mienten —o al menos, todo indica que no lo hacen—. En junio de 2025, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) registró un alza del 1,6%.
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ALEX SEGURA
7/23/20254 min read


Se trata de una cifra prácticamente idéntica a la del mes anterior (1,5%), lo que consolida una tendencia desinflacionaria que no se veía desde 2017. Para ponerlo en contexto: en noviembre de 2023, cuando el peronismo dejó el poder, la inflación mensual era del 12,8%. Hoy, en pleno invierno austral de 2025, es ocho veces menor.
De la hiperinflación al 30% anual: un giro drástico
La comparación interanual resulta aún más reveladora. En noviembre de 2023, la inflación anual rondaba el 161%. En junio de 2025, ha bajado al 39%. La inflación acumulada en el primer semestre del año es del 15%. Si esta tendencia se mantuviera en la segunda mitad de 2025, el año podría cerrar con una inflación anual cercana al 30%, un nivel que no se veía desde 2018. Y lo más importante: este descenso no parece estar impulsado por efectos coyunturales o trucos estadísticos, como tantas veces sucedió en el pasado reciente de Argentina. Los datos apuntan a una caída sólida y estructural de la inflación.
La inflación núcleo: el dato que marca la diferencia
Uno de los principales argumentos que suelen emplearse para relativizar los buenos datos de inflación mensual es el peso de los componentes estacionales. Por ejemplo, en mayo de 2025, la inflación fue del 1,5%, pero parte de esa mejora se explicó por una caída del 2,7% en los precios estacionales. Sin embargo, en junio, los precios estacionales apenas cayeron un 0,2%, es decir, su efecto fue prácticamente neutro. Aun así, el IPC general se mantuvo en niveles mínimos. Lo más revelador es el comportamiento de la inflación núcleo (subyacente), que elimina los elementos más volátiles del índice: fue del 1,7%, la más baja desde enero de 2018. Esto indica que el descenso de la inflación no es flor de un mes, ni fruto de factores estacionales, sino que obedece a una estabilización real del sistema de precios. El ancla fiscal y monetaria impuesta por el gobierno de Milei parece estar haciendo efecto. Las sospechas del peronismo: una acusación sin pruebas Ante este panorama, la reacción del kirchnerismo ha sido la esperable: acusar al gobierno de manipular las estadísticas del INDEC.
No deja de ser irónico que quienes, durante su paso por el poder, falsearon abiertamente los datos del instituto oficial de estadísticas —hasta el punto de ser desmentidos por organismos provinciales y privados—, ahora esgriman ese mismo argumento contra una administración que ha dejado intacta la cúpula del organismo. De hecho, el actual director del INDEC, Marco Lavagna, fue nombrado por el expresidente Alberto Fernández. Javier Milei optó por no removerlo, precisamente para garantizar la continuidad técnica del instituto y evitar cualquier sospecha de injerencia política. A día de hoy, Lavagna continúa al frente del organismo. Pero lo más contundente no es eso. Lo más contundente es que los datos del INDEC coinciden con los que reportan otras fuentes: consultoras privadas, universidades, centros de análisis económico y, sobre todo, los institutos estadísticos de varias provincias, incluyendo administraciones peronistas como las de San Luis o Córdoba. En gobiernos anteriores, las discrepancias entre el INDEC nacional y las estadísticas provinciales eran abismales.
Hoy, los datos caminan en paralelo, lo que refuerza la credibilidad del proceso.
¿Un cambio cultural además de económico?
Lo que estamos presenciando en Argentina podría ser algo más que una corrección monetaria. Podría estar gestándose un cambio cultural en la forma de entender la política económica. A diferencia de gobiernos anteriores, que combatían la inflación con controles de precios, amenazas a los empresarios o directamente con falsificación de datos —como llegó a confesar el propio Luis D’Elía, exfuncionario del kirchnerismo—, el gobierno actual ha apostado por una estrategia ortodoxa: equilibrio fiscal, independencia del banco central y disciplina monetaria. Y los resultados están a la vista. En solo seis meses, la inflación mensual ha pasado de niveles propios de una economía hiperinflacionaria al rango del 1,5%-1,7%. La inflación núcleo se ha estabilizado. La traslación de la depreciación del peso a los precios ha sido parcial. Y la expectativa de inflación futura se ha moderado de forma tangible.
¿Podría todo esto revertirse?
Por supuesto, los riesgos persisten. La economía argentina sigue enfrentando desafíos enormes: pobreza estructural, presión fiscal asfixiante, falta de inversión, bajo crecimiento. La consolidación de este proceso de desinflación requerirá consistencia, reformas profundas y una enorme resiliencia política. No hay margen para triunfalismos prematuros. Sin embargo, lo que hoy está ocurriendo con la inflación en Argentina es, sin lugar a dudas, una noticia extraordinariamente positiva, no solo para el gobierno actual, sino para millones de ciudadanos que han sufrido durante décadas el flagelo de la pérdida constante del valor de su dinero.
Conclusión: los números hablan por sí solos
Como observador y analista de la política económica argentina, no puedo más que subrayar lo evidente: cuando la política deja de intervenir arbitrariamente en las instituciones técnicas y se aplican principios de racionalidad macroeconómica, los resultados llegan. Los datos del INDEC son sólidos, están corroborados por múltiples fuentes y muestran una mejora indiscutible. Que algunos no puedan creerlo —o no quieran creerlo— habla más de su historia y de su visión de la economía que de la realidad que vive hoy Argentina. ¿Milagro? No.
Resultado de una política consistente. Y quizá, solo quizá, el inicio de un nuevo rumbo para un país que durante demasiado tiempo confundió inflación con destino.
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