Análisis del nuevo escenario geopolítico: rivalidades emergentes en un mundo multipolar.

Tras el fin de la Guerra Fría y el breve periodo unipolar encabezado por Estados Unidos, el panorama internacional ha entrado en una fase de transformación profunda, caracterizada por el ascenso de nuevas potencias, la intensificación de rivalidades regionales y una fragmentación del poder global. Este escenario multipolar, plantea una serie de retos y oportunidades para los actores políticos, económicos y sociales.

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EMILIANO GÓMEZ

11/24/20243 min read

De la unipolaridad a la competencia global

El final de la Guerra Fría trajo consigo la supremacía de Estados Unidos como potencia hegemónica, pero esta etapa resultó ser transitoria. Factores como la intervención militar estadounidense en Oriente Medio, la crisis financiera de 2008 y el ascenso de China han debilitado su posición como árbitro global. Este vacío ha sido llenado por múltiples actores, tanto estatales como no estatales, que compiten por influencia en regiones clave como Asia Central, Oriente Medio y el Sahel.

Marshall identifica cómo la retirada progresiva de Estados Unidos ha dado paso a un entorno de rivalidades que recuerda a los equilibrios de poder del siglo XIX. Actores como China, Rusia, Turquía y Arabia Saudita están ampliando su esfera de influencia, aprovechando las fracturas políticas y económicas en las regiones limítrofes.

La fragmentación del poder en Oriente Medio y África

En Oriente Medio, las tensiones sectarias entre chiitas y sunitas, agravadas por el colapso de regímenes como el de Saddam Hussein, han dado lugar a un tablero geopolítico más dinámico. Irán, representando los intereses chiitas, compite con Arabia Saudita y otras monarquías del Golfo por la hegemonía en la región. Mientras tanto, el Sahel se enfrenta a un colapso institucional alimentado por grupos yihadistas, que encuentran terreno fértil en países debilitados por conflictos internos y la pobreza extrema.

Rusia, por su parte, ha consolidado su presencia en el Sahel mediante alianzas militares y el Grupo Wagner, mientras que Europa, afectada por divisiones internas y crisis migratorias, lucha por mantener su influencia en la región. Este vacío ha acentuado el flujo migratorio hacia el continente europeo, desestabilizando aún más las democracias occidentales.

Asia: el epicentro de la competencia estratégica

China emerge como el principal retador al orden liderado por Occidente. Su iniciativa de la Franja y la Ruta ha extendido su influencia económica y política a través de Asia, África y Europa, mientras desafía a Estados Unidos en el Pacífico. Este enfrentamiento se manifiesta no solo en términos militares, como en el caso del estrecho de Taiwán, sino también en la carrera tecnológica y comercial.

La dinámica entre Grecia y Turquía en el Mediterráneo Oriental, según Marshall, refleja otro frente de tensión donde las disputas territoriales y energéticas se entrelazan con las ambiciones de potencias mayores, como la UE y Rusia. Este microcosmos del conflicto geopolítico global ilustra cómo las rivalidades locales pueden tener implicaciones globales.

Implicaciones económicas y sociales

El desplazamiento hacia un mundo multipolar también tiene profundas consecuencias económicas. La competencia por los recursos naturales y las rutas comerciales estratégicas está redefiniendo las cadenas de suministro globales. Por ejemplo, la creciente rivalidad entre China y Occidente ha llevado a un proceso de "desacoplamiento" económico que amenaza con fragmentar la economía global en bloques regionales.

Socialmente, las crisis migratorias y el auge de movimientos populistas en Europa y Estados Unidos subrayan las tensiones internas que estas transformaciones generan en las democracias consolidadas. La falta de un liderazgo global claro agrava la sensación de incertidumbre en la población, alimentando discursos polarizantes y erosionando la confianza en las instituciones internacionales.

Reflexión final: ¿Hacia dónde vamos?

El nuevo orden multipolar plantea desafíos complejos que requieren una cooperación internacional renovada, aunque esta parece cada vez más difícil de alcanzar. Mientras actores como China y Rusia buscan consolidar su posición, Occidente enfrenta el reto de adaptarse a un mundo donde ya no puede imponer unilateralmente sus reglas.

La clave para evitar una escalada de conflictos radica en encontrar puntos de convergencia que permitan gestionar las rivalidades sin recurrir a confrontaciones abiertas. Sin embargo, la falta de instituciones internacionales efectivas para mediar en estas tensiones complica este escenario.

En este contexto, los líderes globales deben priorizar soluciones inclusivas que aborden las raíces económicas, sociales y políticas de los conflictos. La historia reciente demuestra que ignorar estas dinámicas solo perpetúa el ciclo de crisis y fragmentación, debilitando la estabilidad global.