Amenazas nucleares y mercados al borde del abismo: la nueva tormenta global desatada por Trump

Fue una tarde particularmente tensa cuando, como periodista especializado en política internacional, recibí la confirmación: un audio filtrado atribuía a Donald Trump amenazas directas de bombardear Moscú y Pekín. En el ambiente flotaba una mezcla de incredulidad y alarma. ¿Hasta qué punto podía ser verosímil algo así? ¿Era un simple exabrupto más del expresidente, o revelaba algo más profundo de las dinámicas geopolíticas actuales? Decidí buscar la opinión de Manuel Espinoza, profesor de Asuntos Internacionales y Geopolítica.

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EMILIANO GÓMEZ

7/14/20254 min read

Nos conectamos desde distintos puntos del mundo, y su primera frase, entre un saludo cordial y la precisión del experto, marcó el tono de la conversación: "Asegurar eso directamente a otro mandatario rompe con cualquier protocolo diplomático". Una afirmación clara, sin ambigüedades. Escuchándole, reflexioné en voz alta sobre algo que él mismo subrayaba: Donald Trump ha cultivado una retórica agresiva y a menudo imprevisible. No es la primera vez que utiliza el lenguaje de la amenaza como estrategia comunicacional.

Pero incluso para sus propios parámetros, amenazar abiertamente con ataques nucleares a dos potencias globales parece ir más allá de cualquier lógica política. Espinoza me recordó que en la política exterior estadounidense siempre existe un "principal adversario", un concepto estratégico que prioriza amenazas. Estados Unidos no solo piensa en términos de aliados y enemigos, sino en términos de blancos específicos. Mencionó a Inglaterra como el primer objetivo estratégico nuclear de Rusia, algo que para muchos podría resultar chocante, pero que tiene bases en análisis militares de alto nivel. Lo cierto es que el audio filtrado de Trump no ocurre en el vacío. La ofensiva rusa en Ucrania, de la que tanto se habla últimamente, se intensifica con una crudeza alarmante: 728 drones y misiles hipersónicos impactando objetivos ucranianos, avances significativos en regiones como Dnipropetrovsk y localidades como Tolstoy que ya habrían caído bajo control ruso.

En medio de todo esto, resulta imposible no observar la interrelación entre la retórica de Trump y el escenario en Ucrania. Según Manuel Espinoza, la retórica de Trump busca impacto tanto dentro como fuera de su país, especialmente en un momento en que su relevancia política se encuentra en una fase incierta desde que dejó la Casa Blanca. Lo que dice, me hizo ver el profesor, no necesariamente refleja una estrategia concreta, sino el deseo de mantenerse en el centro del tablero político. Recordamos juntos que existe un protocolo humanitario que obliga a cualquier estado a notificar un ataque nuclear tres minutos después de realizarlo, para intentar proteger a la población civil. Algo que pone en perspectiva lo irresponsable que sería, desde cualquier punto de vista, que un mandatario formule amenazas como las que se escuchan en ese audio. Mientras tanto, los informes desde Ucrania son desoladores: Rusia, aprovechando la campaña de verano, avanza consolidando posiciones que podrían ser claves al final del conflicto.

La posibilidad de que terminen controlando regiones como Odesa o áreas cercanas a Kiev parece ya menos teórica y más real. Espinoza recordó que Alemania filtró información a Rusia en 2021, lo que debilitó aún más las opciones occidentales de contener a Moscú. De vuelta al panorama europeo, conversamos sobre las limitaciones financieras y políticas de la Unión Europea. La pregunta inevitable fue: ¿Europa se prepara para un conflicto abierto contra Rusia? Espinoza fue tajante: "No lo creo". La vía diplomática, aunque oficialmente agotada según declaraciones recientes del canciller alemán, no ha sido necesariamente una opción real en los últimos años. Ucrania nunca habría tenido una verdadera autonomía para desarrollar acuerdos, como los de Minsk. Pero hubo un punto en nuestra conversación que me obligó a detenerme y tomar notas con más cuidado: el impacto de todo esto en los mercados financieros. Los índices bursátiles ya venían mostrando una volatilidad inusual. Wall Street, que había resistido las tensiones previas, reaccionó con fuertes caídas tras la difusión del audio.

El Dow Jones retrocedía más de un 3% en la jornada posterior, mientras que el S&P 500 y el Nasdaq acumulaban pérdidas similares. Manuel Espinoza me explicó que los mercados, más allá de la política, son extremadamente sensibles a cualquier indicio de inestabilidad nuclear. "El mero hecho de que se mencione Moscú y Pekín en el contexto de una amenaza explícita eleva automáticamente el índice VIX, el conocido ‘índice del miedo’", puntualizó. Y efectivamente, observando los datos en tiempo real, el VIX había superado niveles no vistos desde el inicio de la guerra en Ucrania. Los mercados energéticos tampoco se mantuvieron ajenos: el precio del barril de petróleo Brent superaba los 120 dólares, mientras que el gas natural europeo marcaba récords.

La posibilidad de un conflicto abierto o incluso de simples represalias económicas por parte de Rusia o China empujaba a los operadores a buscar activos refugio: el oro, el franco suizo y, curiosamente, el bitcoin. "La última vez que observamos algo similar fue en 2022, con el estallido inicial del conflicto en Ucrania", recordó Espinoza. Pero ahora, añadió, el contexto es distinto: los bancos centrales, particularmente la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, ya no tienen el margen de maniobra que antes, debido a la inflación acumulada y las tasas de interés elevadas. Cualquier intervención de emergencia podría desencadenar nuevas tensiones financieras. Europa, en este escenario, se encuentra en una encrucijada especialmente delicada.

Reconstruir Ucrania implicaría sumas astronómicas, y países como Alemania, ya afectados por las sanciones y la crisis energética tras el sabotaje a los gaseoductos Nord Stream, no están en posición de asumir ese coste. Y, sin embargo, el fantasma de una Europa arrastrada a un conflicto mayor sigue presente. Inglaterra, preocupada por la posibilidad de una gran Eurasia liderada por Alemania y Francia, mantiene su propia agenda. La visita de Trump al Reino Unido a finales de julio o principios de agosto, en este contexto, parece buscar justamente eso: consolidar una OTAN cohesionada frente a Rusia. Mientras terminábamos la conversación, con la mirada puesta en las reuniones que se avecinan en Berlín y los ataques que no cesan en Ucrania, no pude evitar pensar en el equilibrio precario en el que vivimos. Las amenazas pueden ser reales o solo palabras, pero los hechos —los drones, los misiles, las ciudades destruidas y ahora también los mercados en rojo— son los que definen finalmente la historia.

Salir de esa llamada me dejó con la sensación de que el tablero mundial está más fragmentado de lo que parece, pero también con la certeza de que hay líneas que ningún líder, ni siquiera Trump, puede cruzar sin desencadenar consecuencias que van mucho más allá de un titular o una campaña política. Y es ahí donde el periodismo tiene el deber de seguir observando, preguntando y contando lo que otros prefieren ignorar. Hoy, más que nunca.